Régine Chassagne
Tras haber logrado uno de los mejores debuts de su década (y de este siglo) con “Funeral” en el 2004, había expectativas no menores en lo que podría hacer Arcade Fire a continuación. Si bien la verdadera y transversal masividad aún estaba a algunos años de distancia, era innegable que el conjunto ya había atraído la atención tanto de la prensa musical como de aquellos que están siempre a la búsqueda de “la próxima gran cosa”. En unos y en otros se repetía la pregunta: ¿cómo afrontarían los canadienses la posibilidad de sufrir el síndrome del segundo disco?
Win Butler y Josh Deu se conocieron en el colegio, entraron a la misma universidad y crearon una banda. La bautizaron Arcade Fire. El primero cantaba, el segundo tocaba guitarra. Poco a poco, se unieron nuevos integrantes. Llegó el verano del 2003 y grabaron un EP homónimo que recibió críticas positivas, en su mayoría. Cambiaron de formación. Y el frío invierno del 2004 arribó, acompañado del fallecimiento de nueve familiares de miembros del grupo. En esos momentos, el nombre “Funeral” sonaba perfecto para su disco debut.