potq ’90
La medianía de los ’90 es vista, con la lógica perspectiva del tiempo transcurrido, como…
A estas alturas, hablar del año 1997 en materia de lanzamientos nacionales es pensar casi en una época dorada. Pocas veces tuvo lugar en nuestro país el arribo de tanto material robusto en calidad. En aquellos doce meses nos encontramos con obras enormes, cortesía de personajes como Carlos Cabezas (“El Resplandor”), Los Tres (“Fome”), Criminal (“Dead Soul”) y Los Tetas (“La Medicina”). Y no sólo eso, pues además fuimos testigos de la irrupción de nuevos artistas, como Tiro De Gracia, Gondwana y Elso Tumbay.
Hoy en día es un ejercicio fácil catalogar a Los Tres con el mote de “banda clásica y unánime” dentro del rock nacional. Claro, un sinnúmero de canciones grabadas de forma indeleble en la memoria colectiva los tildan como uno de los grandes nombres que ha dado nuestro país. Como toda agrupación importante, su paso a la inmortalidad tiene sustento en discos redondos y exitosos, y -por supuesto- una obra maestra: “Fome”, su cuarta placa de estudio.
A principios de los ’90, los ojos y oídos del orbe estaban dirigidos a Seattle. Esta ciudad se transformó en la cuna del grunge, que nacía a fines de los ’80 en los Estados Unidos para luego invadir el resto del globo. El grunge se había apoderado del mundo, y bandas como Nirvana y Pearl Jam eran los líderes de un movimiento que había superado con creces a la competencia.
Antes de 1995, el camino de Soda Stereo ya era muy largo; venía poblado de peinados raros, discos capitales (“Canción Animal”, “Dynamo”), peleas y conciertos multitudinarios. Excesos que finalmente desembocaron en “Sueño Stereo”, el último material discográfico realizado en estudio por el trío argentino.
Cuenta la leyenda que Rómulo y Remo, nacidos del mismo vientre, fueron criados por una loba para después convertirse en fundadores de una nueva ciudad. Y en un giro característico del comportamiento humano, ambos hermanos terminan luchando a muerte, quedando como vencedor Rómulo, único rey.
No estaba en los cálculos de nadie, para ser sinceros. Con el lanzamiento del disco…
El amor, huelga decirlo, se ha erigido como el principal sostén cuando hacemos arte, y el amor en pareja ha sido su costado más explorado. A través de los siglos, ese tópico permanece incólume en su privilegiado sitial. Mirando la situación de esa forma, se antoja increíble que en plena época tecnológica -donde la comodidad y lo superfluo van acaparando más terreno- haya nacido un disco que recurre al sentimiento genuino, al oscuro tránsito en pos de sanar las heridas invisibles, pero profundas, que arroja una ruptura amorosa.
Viernes 8 de abril de 1994: el mundo se consterna al enterarse de que el líder de Nirvana, Kurt Cobain, ha sido encontrado muerto en su hogar de Seattle. La cara más visible del rock estadounidense había dejado de existir y la gente se lanzó de cabeza en busca de un reemplazante. Tres días después es lanzado en Inglaterra un single titulado ‘Supersonic’, primer aviso de unos muchachos originarios de Manchester llamados Oasis. Nadie sospecharía que, tiempo después, el cetro terminaría cruzando el Océano Atlántico, volviendo a las Islas Británicas.