“Aquello que pueda ganar el arte a partir de sucesos actuales es siempre un problema fascinante y nada fácil de solucionar”. Oscar Wilde
En estos momentos, mientras se incendia el Centro Arte Alameda, espacio cultural y contracultural de Santiago que albergó a muchas bandas de las que hablaremos a continuación, y vemos cómo todo se destruye para volver a construir, se va gestando esta reflexión planteada a dos voces. En momentos en que la rebeldía, las sublevaciones, la intensidad de la revuelta, la rabia y la impotencia son fuertes pulsiones, las preguntas incesantes prevalecen en las calles, entre la comunión colectiva y la desazón individual, la más íntima. Desde aquí y dentro de este contexto incendiario en el que los derechos humanos son anulados por parte del gobierno de Sebastián Piñera, se escribieron estas líneas para repensar y articular ideas sobre la base de la energía y la furia de estilos extremos: noise, punk rock, hardcore y punk rock lesbofeminista.
La música como expresión es una figura inacabada, idea que se refuerza todavía más en una era en que la incertidumbre sigue su curso. Esta reflexión no es escrita como una última palabra: es un ejercicio para seguir considerando a la música no sólo como un sonido, sino también como un arma concreta de la rebelión frente al establishment. Estas son nuevas líneas sobre movimientos que hace más de tres décadas irrumpieron en el mismo territorio musical y de lucha en donde hoy la palabra “estallido” no logra cubrir todo lo que realmente ha acaecido a nivel nacional.
Para contextualizar, los años ochenta y noventa están marcados con fuego por nuestra historia política, por la dictadura y la democracia neoliberal. Un pasado sombrío, esquirlas en nuestro presente. Dicha evocación permite a su vez reflexionar sobre la revuelta actual. Chile es un país cuya memoria pensábamos que estaba fracturada por el olvido. La retrospección constituye una excusa para mirar con ojos críticos los movimientos que se accionan en nuestra sociedad. El punk evidentemente es una de estas líneas de la canción de protesta. Por un lado, dispara la rabia. Por otro, refleja el absurdo errático por donde transita nuestra historia.
Identificamos un primer movimiento desde el pasado cercano, a fines de los ochenta cruzando los noventa. En esta oportunidad nos centraremos en dos bandas emblemas dentro de este mapa: Fiskales Ad-Hok, que marca la actitud contestataria, y Supersordo, el lado B, la experimentación sonora y surrealista de vivir en un país absurdo. Un segundo gesto, a mediados de la misma década, da pie a la autogestión y la creación de sellos independientes. Y un tercero, en la década de los dos mil, abre paso al feminismo y deja en crisis las masculinidades.
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Susana Díaz Berríos (1978) es cineasta y académica, estudió cine en la Universidad Arcis y estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Dirigió los documentales “Supersordo: historia y geografía de un ruido” (2009), “Hardcore: la revolución Inconclusa” (2011), “Ellas No” (2014) y la serie “Sonidos en mi: mujeres en la música” (2018). Ha escrito crítica de cine en medios digitales como La Fuga, Cine Chile y El Agente, es coautora del libro “Suban el volumen: 13 ensayos sobre cine y rock” (2016) y docente en la Escuela de Cine de Chile y la Escuela de Cine de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Leyla Manzur Horta (1989) es periodista y ha escrito sobre cine y música en medios deChile y Argentina (Sherpa: Música, Cine TV y Más, El Agente Cine, Bitácora de Cine, Perro Blanco y la revista Séptimo Arte). Trabajó en la segunda edición del libro “Una vida crítica. Cuarenta y cinco años de cinefilia” (2013), de Héctor Soto, así como en medios de comunicación, cortometrajes y espacios académicos para el proceso de formación de alumnos. Además de cine, música, literatura, fotografía e investigación, otros ámbitos de su interés en los que es participante-activista son el lesbofeminismo y la salud mental.