“Me voy. No me quedo un día más aquí, con toda esta gente, mirando estáticos cómo nos humillan otra vez”.
Ni un día más.
Llegó Humo, el tercer disco en la carrera de Yorka, un proyecto que ha mutado agregando voces, instrumentos, historias. Es el coro de ‘Estáticos’ el que abre el viaje, o más bien el que prende el fuego para toda la peregrinación tan densa como suave, después de la intro que significa la pieza homónima.
‘Y Bailamos Tanto’ sigue dando vueltas en el aire, pero es la esencia de las hermanas Pastene la que hace que la continuidad de historias no conozca de quiebres entre el estreno de un sencillo y otro. Lo que pasa es que es un recorrido largo, que empezó hace un par de años cuando Canciones en Pijama (2013) se transformó en punto de partida, y que tuvo como primera parada a Imperio (2015). Empacamos, nos desplazamos, y hoy es hora de hacer un alto, uno un poco más duradero. Una pausa para quedarse un rato: unos días, unos meses, unos años, porque Humo es estable, incluso con todas las espinas que trae.
Nos preocupamos tanto de ganar pero sólo algunos sabemos qué significa el terror de perder . Esta placa viene del hoyo más oscuro de estar vivo, de ser mujer, de sentir partidas y decepciones en el mismo nivel en el que se sientes alivios y contenciones. Yorka dice que este disco es el proyecto más importante de su vida, y no viene de las flores y los aplausos recibidos en el pasado, todo lo contrario; viene del dolor.
La música la salvó de los episodios más profundos de su vida, y fue lo último que quedó cuando los afectos dieron espalda. Ese pequeño rincón de la habitación oscura, esa misma esquina que es lo único que te abraza cuando estás desamparada: esa sensación está en cada una de las palabras de las canciones de la primera tanda de Humo. Aunque recién nos quemamos con el fuego.
Rápidamente nos adaptamos al calor y las llamas terminan siendo cautivantes. Yorka te escupió rabia pero no tarda en darte la mano para sacarte de ‘Paseito’. La dualidad de la vida. Paseito por el litoral. Tonadas con raíces folclóricas, habitando en el pop, y con una paleta de colores aportada por la banda, que van del gris gótico al más púrpura esperanza, sino pregúntenle a ‘Bien’, justo la mitad de este disco, ese punto en el que no sólo te acostumbraste al fuego, también eres capaz de entender que, eventualmente, se va a apagar ¡y hasta entendiste que valió la pena quemarse!
“Y yo me siento indignada, y yo me siento tan frustrada, y yo me siento tan mal. Y aunque a veces tengo ganas de quedarme acostada, me levanto de mala gana y no hago más la cama”.
Ya no me siento tan mal, eso se siente tan bien.
Pero ingenuo aquel que cree que los procesos terminan una vez que el fuego se acaba. Aunque no lo veamos, la combustión hace lo suyo. El álbum sube cadencia en ‘Quédate Conmigo’, como las brasas hacen sus últimos cambios en secreto. Después de eso viene la muerte y la resurrección, porque no hay proceso químico que no tenga consecuencia. “Si nos vamos lejos, nos vamos lejos de aquí. Eso alivia mi muerte”. Aquí la gente ya no sonríe, y pasa cuando los viajes huelen a fin y cuando la fogata es interrumpida por la tierra, o el agua, o el tiempo.
El retorno del viaje cansa, mirar fijamente por tanto rato el azulado anaranjado del fuego, también. Te pones nostálgica, extrañas tu casa. Es el momento en el que la combustión empieza a ser historia. Yorka retorna a su hogar, allá donde hay cerro, por donde da susto caminar, donde la tele dice que hay maldad. Cruza toda la ciudad para tomar el tren y armar una oda a ‘Catemito’, la ruralidad más capitalina. En casa nada malo va a pasar, las brasas son historia. Todo se va a terminar, aunque no queramos verlo. Y va a volver a comenzar.
Los viajes van a terminar, las paradas igual. La fogata y la quemadura que sufriste son recuerdo. El sonido de la combustión vivirá en tu cerebro pero nunca podrás replicarlo tal cual. Ahora hay humo, la prueba final e irrefutable de que transformaste algo en otra cosa para siempre. Lo que fue madera ahora es ceniza, y lo que fue principio hoy es final, o principio otra vez.
Nada es para siempre, excepto por ese pequeño detalle que queda. Siempre hay algo que queda: el vacío. La sensación de saber que viviste algo que jamás volverá al pie de la letra. Porque los viajes nunca tienen los mismos paisajes, y las paradas nunca permanecen inmaculadas. Porque nunca vas a mirar la misma piedra del cerro, no te vas a quemar un preciso lugar dos veces, ni estarás en idéntica posición en esa esquina de tu habitación.
“Te busqué porque estos días estuviste conmigo en mis sueños y pesadillas. En los rincones de casa y en mi cabeza y en todas las comidas. Yo sólo quería saber cómo iba tu vida con el vacío que quedó”.
*Foto: Angelina Dotes