¿Sonó Wild Nothing mejor que la primera vez que visitaron nuestro país? Sin duda ¿Es la banda digna de atraparte en el vivo como lo hacen cuando le das play al Gemini o al Nocturne? No, realmente. Pero ni siquiera nos atrevemos a responsabilizar en un cien por ciento a la banda.
El sábado pasado, Jack Tatum y compañía subieron al escenario de la sala Omnium con una misión clara: saldar la deuda que dejaron en todos nuestros corazones luego de su -derechamente- mal paso por el Primavera Fauna, ocasión en el que los gritos entre el líder y sus amigos y la pésima calidad de sonido nos hicieron partir del recinto con la idea de que la banda, tal vez, no estaba hecha para presentaciones en vivo.
Sin embargo, con sólo un par de tracks -en los que abundaron los problemas técnicos- revirtieron la situación. Los músicos oriundos de Virginia están más grandes. La madurez, que va desde la personal que lleva a superar baches sonoros sin desespero hasta lo musical, que queda perfectamente reflejado en el quiebre que existe entre sus nuevas canciones y las ya conocidas piezas de los exitosos pasos por estudio, es lo más destacable de Tatum en esta pasada.
Wild Nothing tiene consistencia en su última placa, una más pensada para situaciones como las del fin de semana, y llegó capaz de convencer. Poca interacción y directo al grano: un repaso por el Life on Pause, sin olvidar los clásicos que les dieron la fama internacional y que los tenían esa noche de sábado en el fin del mundo inundando de dream pop un lugar que parecía estar más dispuesto al reguetón.
¿Habrá sido el factor sábado por la noche lo que llevó a la experiencia a convertirse en una fiesta en la que la banda fue un mero detalle? Aún cuando es cierto que hace bastante rato venimos aceptando esta modalidad con post-show incluido, parece adecuado no olvidar a la gente que paga una entrada por ver a sus artistas, la misma que se ve minimizada cuando se enfrenta a cuicos sin alma y cuida pololas, que repletan los recintos sin mucha intención de contemplar la apuesta musical.
Disfrutar del ambiente soñador, lo-fi y cercano que tiene Wild Nothing para mostrar fue más complicado de lo necesario. Suele pasar cuando se tienen a los conversadores de siempre al lado, a los que hablaban por teléfono con sus amigos que, de frente, no estaban interesados en la agrupación pero sí en el carrete que se venía después, y a aquellos que parecían más preocupados por ganarse una piscola con la marca de moda que de escuchar con atención la buena calidad que Tatum presentó en la cola final de su espectáculo, donde brillaron los himnos más esperados.
Difícil desafío para Jack, que aún así fue capaz de hacer saltar a las primeras filas más fanáticas que resistieron el calor, los empujones y el sobre-regalado recinto. Wild Nothing fue capaz de conectar con quienes estuvieron dispuestos a hacerlo, aunque haya sido la minoría.
Dicen que la mitad de la experiencia en directo la hace la audiencia. El viernes pasado los más fanáticos tuvieron que sacar la cara y voz para que la presentación no se transformara, de lleno, en una anécdota que aplazó la fiesta. Los músicos hicieron lo suyo, cumplieron con el cincuenta por ciento que les correspondía, demostraron la calidad que vienen puliendo, y presentaron con orgullo las nuevas piezas que tienen para mostrar.
El otro cincuenta por ciento, o sea nosotros los espectadores, quedamos al debe. Contentos por borrar la fea imagen que quedó luego del Primavera, tristes por haber disfrutado de ‘Shadow’ en un ambiente que no parecía ser hecho para nosotros, los que queríamos ver a la banda.