Seguramente Ian Curtis nunca llegó a imaginar la legión de bandas y subgrupos que han intentado seguir sus pasos. Cada cierto tiempo emergen como muertos vivientes, artistas que intentan emular no sólo el porte y la voz de Joy Division, sino su alma. Llámenlos Interpol, Editors, Glasvegas o cualquier otro subproducto de los mismos. Es muy probable que ante semejantes augurios, el suicidio de Ian hubiese ocurrido años antes y nos hubiésemos quedado sin poder disfrutar de su legado. Pero no poseía el don de la clarividencia, sino de la epilepsia, así que a nosotros nos toca aguantar a sus deficientes clones. La cosecha de este año se abre con White Lies. Una nueva muestra del revival post-punk de la última década que cumple los tres requisitos indispensables para ser “la banda de leyenda del año”: su disco debut es más que correcto, ha alcanzado el número 1 en la lista de ventas británica y poseen una cuidada imagen (tanto como grupo, como en sus artworks a lo New Order). La única pega: la ausencia total de originalidad. Todo lo que escuchamos en este “To Lose My Life” nos suena ya, incluso podríamos tararearlo de primeras. Amparados en dos singles imparables como son “Death” y el indiscutible tema que da nombre al álbum, White Lies consigue suficiente currículum como para sonar en el club de moda con una perdurabilidad semejante a los primeros singles de Editors o Interpol. Sumando estos dos temas, la perfecta técnica en la ejecución en el conjunto del álbum y el excelente packaging de la edición especial (muy recomendable para los fans y coleccionistas musicales, con seis vinilos de 7 pulgadas y firmada por los componentes de la banda) compensan la vacuidad real de la propuesta. ¿Nos acordaremos en medio año de ellos?
Video: White Lies – To Lose My Life