“Oye, ¿y cómo se supone que uno evalúa esto?”, me preguntó mi acompañante mientras bailábamos el set que Vicente Sanfuentes realizó este sábado en Lollapalooza Chile. Le respondí que mirando el ambiente y fijándose en ciertas cosas técnicas de la mezcla, pero honestamente, ¿quién soy yo para fijarme en esas cosas?. Sobre todo cuando estamos hablando del hombre detrás de Sanfuentes Records, sello que ha editado a buena parte de los nombres relevantes de la escena electrónica y house latinoamericana.
Posiblemente podamos hablar del ambiente que se generó en el Lotus Stage. Sanfuentes sabe cómo armar una fiesta, bastando sólo pararse detrás del mixer para desatar un bailoteo generalizado en todos los asistentes a sus presentaciones.
Quizás podamos hablar de la audiencia. La fiesta comenzó con no más de veinte personas, y terminó con más de cien, todos bailando al unísono los temas que uno tras otro, Vicente mezclaba de manera impecable y acertada, jugando con las pausas y los puentes de las canciones, para luego lanzarnos beats con bajos profundos (tan profundos, que, al parecer, uno de los parlantes se reventó hacia el final del set).
A lo mejor podríamos criticar que el escenario estaba lejos de todo el resto del festival, y que me tomó cerca de quince minutos llegar gracias al mar de gente que tuve que atravesar, pero nada ni nadie me quita lo comido y lo bailado. Sobre todo lo bailado.
Sanfuentes es un hombre con un amplio prontuario musical y con varios años de carrete en el cuerpo, y es justamente esa la palabra precisa para describir lo que vivimos al anochecer: carrete. Una celebración, una fiesta dentro de un festival que se caracteriza por tomar a la electrónica desde un ángulo un poco más comercial, pero que, en esta edición, ha habilitado dos espacios (incluyamos acá a Aldea Verde) para escuchar buenos proyectos bailables con factura nacional.
Y ahí está Vicente, tocando la canción final, agradeciendo cordialmente nuestra asistencia, para luego desaparecer del escenario. La gente se retira, las luces comienzan a apagarse y todo queda en silencio, tal cual ocurre todos los fines de semana en los pocos clubes electrónicos que tenemos en la capital. Las personas caminan, cansadas, pero felices de haber echado afuera algo del estrés semanal. Todo bien. Todo está bien.
*Foto de portada: Francisco Medina