Yendo hacia el Estadio Santa Laura, recordé que la única vez que había pasado por ese lugar, fue una noche de carrete en la que casi me asaltan. Estaba ebrio, por lo que realmente no podía decir “sí, sé dónde queda el estadio” o “sí, he pasado antes por acá”. Por este motivo, me di unas cuantas vueltas antes de poder encontrar la entrada principal, y cuando por fin lo hice, me enviaron hacia el lugar por donde tenía que entrar la prensa. Mal.
Como sea, de igual manera pude ver y escuchar a las ocho bandas que pasaron por la edición 2016 de Rockout Fest, un evento que reunía en un mismo lugar a lo más variado del metal mundial, incluyendo a dos grupos chilenos.
La encargada de abrir los fuegos fue la gente de Valium, agrupación con más de diez años de carrera en la escena musical nacional, y cuyo punk melódico llenó de energía a un público que aún no repletaba el recinto. Contaban con sólo treinta minutos para mostrarle a la audiencia todo lo que eran en términos artísticos, y la verdad es que fue un real y energético acierto que nos dejó a todos con gusto a poco.
Lo anterior se repitió con All Tomorrows, quienes también se presentaron durante media hora, no obstante contaban con una buena fanaticada que cabeceó todas y cada una de sus canciones. Lo interesante de este cuarteto es que, a pesar de estar en un festival importante, los orígenes independientes de los chicos de Santiago siguen ahí. Se nota en cómo se comunicaron con la gente del lugar, en cómo dieron las gracias por “apañar tan temprano” y en cómo esta humildad se mantenía ahí, aunque más tarde se presentaran Meshuggah y Rammstein en el mismo escenario.
Acá es esencial es hablar del público, quienes apoyaron notablemente la gestión de los proyectos chilenos, tal como si estuvieran viendo a cualquier otra banda internacional. Fue muy grato notar que el ambiente en Rockout era sumamente agradable, porque fuera de los típicos mosh que se forman en estas presentaciones, el compadrazgo entre los asistentes era evidente a simple vista. Sería notable que esto se repitiera en las tocatas más alternativas y/o independientes, en donde cada uno va en la suya y ya.
El primer grupo extranjero en presentarse en el festival fue Anti-Flag, quienes llegaron contándonos que sólo querían pasarlo bien. Sus intenciones quedaron claras al instante, cuando tras un par de canciones, su estampa hardcore -y algo adolescente- quedó más que clavada en los oídos de todos. Hace mucho tiempo que no veía tanta energía y rabia en un escenario, lo cual algunas veces desemboca en un muy buen show, y este era el caso de todas maneras.
Eso sí, no todo fue rosas y otras flores. El segundo escenario tuvo muchos problemas de audio (especialmente en las baterías) durante todo el día, haciendo que la experiencia fuese medianamente desagradable. Aún así, el público estaba tan prendido, que al final dio lo mismo. Bailaron, gritaron y cantaron igual.
Uno de los puntos fuertes fue el cover de ‘Should I Stay Or Should I Go’ de The Clash, tema que terminó por confirmar que Anti-Flag se había echado al bolsillo al público desde que pisaron el escenario.
La siguiente agrupación fue Hellyeah, supergrupo de groove metal conformado por Chad Gray y Greg Tribbett de Mudvayne, Tom Maxwell de Knives Out!, Bob Zilla de Damageplan y Vinnie Paul de Pantera. Ya al leer las bandas de procedencia de estos músicos, podemos intuir qué tan fuerte sonaron en vivo y cómo los recibió la gente.
Está de más decir que Chad Gray tiene un talento vocal impresionante, que hizo que más de alguno dijera “puta que grita este hueón”, y es que con 44 años encima -y bastante bien carreteados-, sus guturales siguen siendo notables.
La presentación de Hellyeah incluyó un pequeño homenaje a Slayer, banda que influenció al vocalista a iniciar sus pasos en el metal. Gracias Tom Araya por favor concedido.
El caso de Dead Kennedys produce sentimientos muy encontrados. Primero, Ron Greer es un excelente frontman, con un espíritu que recuerda mucho a Johnny Rotten; segundo, el bajista Klaus Flouride tiene 67 años y aún así rockea mejor que yo; y tercero, porque a pesar de todo lo anterior, se nota el cansancio de sus integrantes.
Si bien hubo algunos problemas de coordinación entre el grupo (en un momento incluso se perdió el ritmo de la batería), no podemos olvidar que los integrantes del proyecto tienen edades bastante avanzadas, por lo que es obvio que ocurran estas cosas, no obstante, sigue siendo muy loable que la actitud punk siga tan viva en cada uno de ellos.
Ron Greer es un showman que hizo y deshizo lo que quiso durante un buen rato, sin embargo no alcanzó a durar los 60 minutos en escena que tenía a su disposición, retirándose de ahí un poco antes de lo programado.
¿Mejor morir como héroe que vivir como villano? Para nada. Dead Kennedys sigue siendo una banda que patea traseros. No se confundan, pero hay que descansar un poco, o bien bajar las revoluciones de vez en cuando.
Es poco lo que hay que decir sobre Meshuggah, ya que su show fue de lo más redondito (para bien) del festival, pero si hay algo que destacar sobre ellos, es que son una banda cuya potencia nos dejó anonadados a todos los que estábamos en el área de prensa, y más que seguro, también a todos los que estaban en el estadio.
La intensidad de su sonido en vivo es tal, que durante los noventa minutos que duró su show, jamás bajaron el ritmo. Esto provocó también que, lamentablemente, comenzaran a surgir los primeros desmayos en el público, y es que con canciones como ‘Bleed‘ es difícil no irse al carajo. Ciertamente hay que estar preparado psicológicamente para esas patadas en la cabeza.
Al escuchar las primeras tres canciones de The Offspring en vivo (‘You’re Gonna Go Far, Kid’, ‘All I Want’ y ‘The Noose’), recordé de inmediato cuando Chad Gray dijo que al escuchar a Slayer volvía a sentirse como un adolescente de 15 años. Todo el público bailó, cantó y cabeceó las canciones de Dexter Holland y compañía tal como si volvieran a sus años de colegio, incluso aquellos que recordaron que por lo menos tres canciones de su setlist habían sido utilizadas en diversas teleseries nacionales (no sé realmente si eso sea bueno o malo).
Al ver a Holland en el escenario, podemos darnos cuenta de cómo los años van pasando y nos vamos volviendo viejos, pero a pesar de todo, el grupo sigue sonando tal cual lo hace en sus discos de estudio. El repertorio de la agrupación da para un show mucho más amplio que el que presentaron en Rockout, y aún así podrían mantenerse animando constantemente al público, tal como ocurrió en esta ocasión.
Eso sí, llamó la atención el uso de secuencias en la mayoría de las canciones, las cuales servían esencialmente para mantener el ritmo. Es un buen recurso, pero a ratos se sentía un poco forzado e innecesario, porque hombre… Es The Offspring. ¿Realmente necesitan eso?
Y ahora, a lo que vinimos.
En el 2010 fue la primera visita de Rammstein a Chile. Esta segunda venida comenzó con una cuenta regresiva que indicaba que en menos de un minuto los alemanes iban a empezar a tocar ‘Ramm4’, una canción nueva que ha abierto todas sus presentaciones en esta última gira por festivales.
Todos los que alguna vez hemos visto los DVD Live Aus Berlin, Völkerball e In Amerika sabíamos más o menos a lo que íbamos, sin embargo lo que aparece en esos lanzamientos no está ni cerca de parecerse a lo que es realmente Rammstein en vivo.
Es difícil explicarlo, pero la sinergia que se produce entre el público (que mayoritariamente fue al festival a verlos a ellos) y los alemanes es increíble. Fue tan así, que Till Lindemann dijo al final del concierto que el público había sido asombroso, cosa que rara vez hace en vivo, ya que regularmente la banda no suele comunicarse con la audiencia.
El setlist -repleto de singles- contó con 18 canciones y dos encores, siendo el segundo solamente para tocar ‘Te Quiero Puta!’ del disco Rosenrot (2005), la única canción en español de la banda.
Entre la pirotecnia, la sordera por un día lleno de metal, las risas por alguien que dijo que el concierto había sido mejor que el año nuevo en Valparaíso por los fuegos artificiales y el hecho de haber visto a mi banda favorita en vivo (que posiblemente cuenten con uno de los mejores espectáculos en vivo de la escena musical actual), terminé el mejor 3 de septiembre de mi vida preguntándome qué viene ahora. ¿Podré acaso superar esta depresión post-Rammstein?
La nota positiva se la lleva la organización de Rockout, quienes lograron generar un festival redondo, lleno de buena música y buena onda entre los asistentes, aunque imagino que los vecinos no deben haber quedado muy contentos con tanto ruido durante el día, pero al final qué importa. Vimos a Rammstein en vivo.
Fotos * Nicole Ibarra