Ni ofrendas a Santiago, ni peregrinaciones masivas. El mejor homenaje al Xacobeo de este año viene de la mano de Triángulo de Amor Bizarro. Esta formación (ahora convertida en cuarteto) nos convenció hace tres años con su hábil mezcla de shoegazing a lo My Bloody Valentine con grandes dosis de adrenalina punk. Si a eso añadimos sus catódicas letras, se puede afirmar sin miedo a equivocarse que merecen un puesto en el Olimpo a la altura de El Columpio Asesino dentro del panorama alternativo español.
Este “Año Santo” no sólo confirma el poderío que nos ofrecieron ene l debut, sino que dan un paso más. Más ruido, más exceso, más crípticos… y nosotros/as encantados/as. El tándem Isa Cea – Rodrigo Caamaño se encuentra en un perfecto momento compositivo e interpretativo (comprobado con creces en su concierto de presentación del disco en Madrid) como así demuestra durante la totalidad de los veintiocho minutos que conforman su nuevo trabajo.
Comienza con “De la monarquía a la criptocracia”, un dardo envenenado con un falso regusto pop, de cuyo guitarreo combinado con la voz de Isa difícilmente se puede escapar. La espiral de ruido y destrucción se desboca en las (queriendo o no) muy actuales e igualmente distópicas “Amigos del género humano” y “El radar al servicio de los magos”, sin olvidar la oda a “la mirada del lince” en “La malicia de las especies protegidas”. Dos de las cumbres de este álbum son la osadía de emular el ‘wall of sound’ de Phil Spector en “Super Castlevania IV”, ese bello canto al stalker, y la nostalgia tormentosa de “Muchos blancos en todos los mapas”.
Isa vuelve a tomar el mando en esa especie de segunda parte de “Isa vs. el Partido Humanista” que es “El culto al cargo o cómo hacer llegar el objeto maravilloso” (pero sin el desgarro esquizoide de la primera) y en la excepcional “El baile de los caídos”, una hipnótica pieza de terrorismo sonoro con una espectacular cantinela final. Para provocar que Pelegrín se revuelva en su tumba y que el descafeinado Xubi no se atreva a salir a la calle, Triángulo de Amor Bizarro nos brindan un último tema. Samplear parte de la letra de “Yo tengo un gozo en el alma” no tiene perdón de Dios, pero para qué lo quieren. Esta bestialidad que da título al disco se convierte en una de las piezas más enfermizas y certeras del grupo, tres minutos y medio que destrozan y nos abocan al final. Pocas cosas se pueden añadir, lo único lanzar una última proclama: ¡Transfusión no es canibalismo!