Si a uno le hablan de una banda, cuarteto en este caso, oriunda de Valdivia y entusiasta del rock progresivo, no van a faltar quienes se hagan una imagen mental automática. Sin oír más, ya estarán avizorando un cúmulo de lugares comunes viniendo como bandada en su dirección: sonido sureño, frío que trasciende, virtuosismo melancólico y nublado. Un juicio que, aún cuando en ocasiones en certero, en el caso de Trapezoide le falla por mucho al blanco.
Cinco años de trabajo y dos producciones previas (todas al alero de Discos Tue Tue e Iván Molina) explican que el debut en largaduración, Paisaje Concreto, jamás suene forzado ni inmaduro. Al contrario: es sólido de punta a cabo, con una cierta distorsionada vibra post-punk que barniza los cimientos de esta geometría valdiviana. Porque la base, ya está dicho, reside en esas referencias prog innegables pero que, sin embargo, son canalizadas con más solidez que virtuosismo, más intensidad que imposibilidad y más guturalidad que innovación.
Y es que Paisaje Concreto no es un álbum para amantes del virtuosismo, sino para quienes gustan del rock de alta pureza. Porque en este caso, no hay smog ni tráfico capitalino que distorsione los mensajes y las intenciones. De hecho, aquí la distorsión es una opción personal, utilizada a ratos y en medidas variables, como parte de un sonido que no inventa nada nuevo, pero se desenvuelve con talento compositivo innegable. Las atmósferas de ‘Trasciende’ o las variantes de su último single, ‘Mestiza’, dan cuenta de un grupo con voz propia, que se escucha a lo largo y ancho de esta producción. A veces resuena, a veces susurra, pero está, y es innegable.
Trapezoide es, en esencia, una banda honesta, de ésas que disfrutan lo que hacen. Es también una banda chilena, y esto va mucho más allá de la obviedad de la nacionalidad. Tiene que ver con un sonido, con el fraseo de la voz, con las referencias líricas y los guiños que los instrumentos mapuches, esparcidos a lo largo de esta placa, le aportan. Pablo Mura, Felipe Donoso, César Rebolledo y Walter Pineda, pintores todos de este paisaje que se hace concreto nota a nota, sin grises ni cemento, sino a punta de realidad. Un paisaje que vale la pena oír.