En el tercer disco de The Rakes, el cuarteto londinense optó por no arriesgarse a recibir las críticas de su álbum anterior, Ten New Messages (2007.) Luego de aprender la lección, la banda retomó la -a estas alturas- clásica fórmula de gran parte de los grupos británicos, aparecidos en el nuevo milenio, para conseguir el esquivo y temporal éxito.
Al momento de publicar Klang, los integrantes de The Rakes, tenían muy claras las metas propuestas con esta nueva entrega musical: conseguir que cada track sonara como un single radial, misión que, sin lugar a dudas consiguieron.
Canciones con una duración inferior a los 3 minutos y medio, guitarras sencillas pero atractivas por parte de Matthew Swinnerton, una correcta ejecución de la batería de la mano de Lasse Petersen, un bajo, que mantiene el mismo ritmo en casi todo el disco, a cargo de Jamie Hornsmith, y un Alan Donohoe dando la impresión de haber registrado su voz, luego experimentar las consecuencias de una fiesta desenfrenada; consiguen instalar a Klang como un álbum sin mayores apuestas sonoras, pero con una gran capacidad de atracción .
En definitiva, estamos frente a un disco pegajoso, lleno de adjetivos conocidos, pero que es imposible escuchar de principio a fin. De esta forma, Klang se presenta como el disco ideal para ser escuchado y compartido en lugares tan estresantes como el Metro de Santiago, donde, cada tema sería ideal para conseguir que la gente experimente una sensación de alegría y relajo, que permita por 29 minutos, olvidar la monótona y agobiante rutina.