Luego de lanzar The Bedlam in Goliath, The Mars Volta debe haberse encomendado a todos los dioses existentes, con el fin de no volver a sufrir los obstáculos vividos en la grabación de este disco.
Quizás muy pocas bandas han experimentado lo que se puede llamar una verdadera “maldición”, como la que estuvo alrededor de la placa. Luego de asociar el nombre del disco con el de un espíritu presente en la OUIJA, la banda tuvo una serie de inconvenientes, que perfectamente, podían ser asociados a una fuerza paranormal. Tracks desaparecidos, inundación del estudio, y la renuncia del ingeniero y baterista, dejaron en claro que con la magia negra no se juega.
Sin embargo, luego de superar este momento, la banda volvió a los estudios, para registrar su nueva producción, con la que Omar Rodríguez Lopez y Cedric Bixler-Zavala, dieron un giro radical a todo lo registrado anteriormente.
Hace más de un mes, The Mars Volta sorprendió a todo el mundo con la publicación de Octahedron. Un disco diametralmente opuesto a lo que la agrupación nos había ofrecido en sus anteriores producciones. Con el registro de su nueva larga duración, los creadores del gran Amputechture, nuevamente apuntaron los dardos en el, a estas alturas clásico, debate sobre la apertura de las bandas hacia nuevos sonidos.
Es cierto, aún podemos encontrar experimentaciones y progresiones, pero con un tono completamente opuesto al publicado en el pasado. Temas como Since We´ve Benn Wrong, canción con la que parte Octahedron; Halo Of Nembutals o Desperate Graves, por nombrar algunas, establecen que The Mars Volta, es una banda que supera cualquier etimología o clasificación musical posible.
Quizás algunos extrañen la potencia y desenfreno que estaban acostumbrados a oír, y que en cierta medida se ve reflejada en Cotopaxi y Luciform. Sin embargo, estas canciones no pierden el camino trazado por The Mars Volta al momento de producir, lo que ellos llaman, su “primer disco acústico”.
En definitiva, Octahedron es un disco de ocho extensos tracks, la más corta, Cotopaxi, supera los cinco minutos; donde The Mars Volta, nos plantea la interrogante de si somos personas amoldables a las nuevas experimentaciones de las bandas, o simplemente podemos definimos como personas acostumbrados a seguir un dogmatismo fundamentalista, donde los cambios sonoros no son permitidos ni aceptados.