La película con la que abrió el festival este año, se nota que fue seleccionada a conciencia. Un documental coral que parte de una base que en papel suena simple, pero que en la realidad demuestra ser un trabajo mucho más arduo de lo esperado. Y eso último se nota en el mismo documental.
¿La tesis? Contraponer la historia de Elvis Presley, un ícono que hasta el día de hoy sigue siendo adorado en todas partes del mundo, con la historia de Estados Unidos. O más que con su historia, con la narrativa que ellos mismos –los gringos- se han armado y contado desde generaciones. El cuento que no se cansan de leer tiene un nombre que hasta en Chile es bien conocido: “el sueño americano”.
Bajo ese imaginario, los gringos (y gran parte de chilenos hasta el día de hoy) repiten incesantemente que el trabajo duro te llevará a ser quien quieres, al menos, en la tierra de oportunidades que vendría a ser Estados Unidos. Por algo el documental, cuando fue mostrado en su periodo de postproducción, llevaba por nombre “Promised Land”. Y qué mejor ejemplo para demostrar esa historia de oportunidades que la vida de Elvis, en un Estados Unidos que en pleno 2019, estaría viviendo la etapa gorda de Las Vegas de su historia.
Desde el comienzo de sus días, en una pequeña casa en el pueblo de Tupelo, las grabaciones en Sun Records, la apropiación de la música negra, irse al ejército, sus tiempos de cine y finalmente su decadencia en Las Vegas. Todo tiene un simbolismo oculto, una razón de por qué a Elvis le pasó lo que le pasó y que –efectivamente- no podría haber pasado en otro lugar. Para esto el director, Eugene Jarecki –nombre relacionado a los documentales con tesis incendiarias- emprende un viaje por las ciudades importantes en la vida de Presley a bordo del Rolls Royce del mismo Elvis, en una suerte de pánico y locura en Las Vegas, menos centrado en la búsqueda de ese sueño americano, y más en la revelación de la verdadera naturaleza de lo mismo.
The King tiene una base prometedora, pero que al tratar de abarcar mucho en sus ya extensas dos horas, se pierde. Y es que Elvis, tal como Estados Unidos, tiene tantos matices que son casi inabarcables. Entre tanta información, se nota que Jarecki no tiene claro en muchos momentos en que terminará el documental, algo hermoso si se contrasta con la verdadera idea de que Estados Unidos no sabe dónde terminará, haciendo de sus grandes fallas, un posible plus.
Después de años en que los chilenos nos tragamos los ídolos gringos y que viéramos sus historias y fracasos reproducidos en nosotros mismos, The King llega a plantear más preguntas que dudas. Por algo, entre tanto adorador de Elvis al que se entrevista, también existen voces como la de Chuck D de Public Enemy, que en sus canciones tiene la frase: Elvis was a hero to most / But he never meant shit to me you see /Straight up racist that sucker was /Simple and plain /Mother fuck him and John Wayne. O también la sorpresiva aparición de un lúcido Mike Myers, que entrega la visión de Canadá, un país tanto o más interesante que Estados Unidos, pero que siempre ha vivido bajo la sombra de un hermano más abusón que la cresta. The King no le quita el poto a la jeringa, te plantea dudas que puedes o no tomar, lo que da una amplia gama de opiniones de las que beber, pero que en ese proceso se diluye un poco.