Pocas veces el single que precede a un disco refleja tan bien el todo del que es parte, como en el caso de ‘Satellite’. Su sonido, una cruza improbable entre el rock de garage y el dub londinense. Su videoclip, un road trip resumido en los poco más de cuatro minutos que dura el tema. Y desde ambos elementos se puede empezar a desentrañar “Blood Pressures”, el cuarto álbum de The Kills.
La última entrega de la dupla de Alison Mosshart y Jamie Hince -contrario a la imagen que uno pueda tener de VV- muestra a una banda madura, o tanto como puede serlo una cuya música siempre ha sido visceral. Fresca, perenne y, por qué no, perpetuamente adolescente. Los años de circo y las experiencias paralelas desde su anterior trabajo (“Midnight Boom”, 2008) no son factores menores, pero lejos estuvieron de dañar la química existente. Todo lo contrario: es probable que la confianza de este combo angloparlante nunca haya estado más alta que ahora.
La prueba de esto se encuentra en los detalles. En un tema tan brutalmente honesto como ‘The Last Goodbye’, desprovisto de guitarras y efectos. O en que ‘Wild Charm’, lejos lo más edulcorado de este compendio (y con Hince en la voz), no esté escondido al final, en las sombras, sino que esté en medio del tracklist y antecediendo a un hitazo como ‘DNA’. A diferencia de su predecesor, “Blood Pressures” no es un disco inmediato. Seduce a la primera oída, pero macera en la repetición, y es en ese ejercicio cuando más se lo disfruta.
Porque el rock y ese espíritu de garage siguen ahí, siempre. Pero hay más. Una Alison Mosshart que llena y se apropia de cada espacio. Un Jamie Hince que tanto en su guitarra como en sus bases deja entrever su origen británico, marcando los bajos en directa -y quizás inconsciente- referencia a la cultura sonora de su isla natal. Puede discutirse si es o no su mejor obra, pero es indudable que han conseguido apropiarse de sí mismos. Porque lo que hace The Kills sigue siendo un adictivo destilado del ruido. Sus canciones siguen siendo oscuras y seductoras. Pero ahora, más que nunca, ellos lo saben.