Los últimos años han sido algo extraños para los Flaming Lips, una banda que se ha hecho una carrera en base a entregar discos cada vez más raros y con conceptos que muchas veces se comen la misma música que entregan. Recordemos que desde el 2009 que los Lips vienen entregando discos que tributan a otros discos, como su The Flaming Lips and Stardeath and White Dwarfs with Henry Rollins and Peaches Doing The Dark Side of the Moon (2009) que homenajea al disco más popular de Pink Floyd, el The Time Has Come to Shoot You Down… What a Sound (2013) que hace lo mismo con el debut de los Stone Roses, y el With a Little Help from My Fwends (2014) que juega con las canciones del Sgt. Pepper de los Beatles. Todo eso sin contar sus 11 EP’s del año 2011 y sus últimos discos de estudio, el genial The Terror (2013) y el menor Oczy Mlody (2017).
Y es que sí, se necesita un párrafo completo solo para enumerar la interminable lista de excentricidades que han lanzado los de Oklahoma, y aún con toda esa productividad, a ojos de este periodista hay solo un disco rescatable de este tiempo (The Terror) y unas cuantas canciones que salvan sus locos álbumes. Por lo mismo, los fans se emocionaron mucho cuando sacaron King’s Mouth a finales de julio, porque exploraba terrenos menos densos y volvían a abrazar el pop extravagante que los hizo tan famosos a comienzos de la década del 2000.
Flaming Lips entrega un disco conceptual que narra una historia que su vocalista, Wayne Coyne, inventó como respuesta al nacimiento de su hijo. La historia no puede ser más Flaminglipsiana: un bebe gigante nace y se convierte en el rey de un pueblo. A medida que el bebé crece, en su cabeza se aloja “la aurora boreal, las tormentas del sur y todo el espacio exterior”. Al final, el rey salva al pueblo de una avalancha, así que la gente decide cortarle la cabeza, cromarla y dejarla como un lugar de veneración eterna para que las personas puedan entrar por su boca a ver las maravillas que aún se alojan en su cabeza. Ahí tienen un párrafo que nunca creí que escribiría cuando comencé a trabajar como periodista.
El concepto funciona muy bien, desde la portada hasta las narraciones que usan la voz del legendario Mick Jones de The Clash para ir explicando la historia. Los Lips realmente buscaron hacer un sonido que pueda ser más digerible para la gente y hay momentos en los que se pueden recordar sus grandes canciones del pasado. El problema es que esos momentos se demoran un poco en llegar, ya que lo mejor del disco queda guardado para el final, mientras que el principio está lleno de narraciones explicativas y canciones instrumentales que no sirven a la historia, a diferencia de la segunda parte, donde hasta los instrumentales como ‘Funeral Parade’ sirven para hacer avanzar la historia. De hecho, les puedo decir exactamente el momento en el que el disco agarra vuelo y pasa de ser un disco más a un gran disco: al 1:58 de la canción ‘All for the Life of the City’, cuando entra ese juguetón riff de guitarra.
Lamentablemente otros temas como ‘Mother Universe’ o ‘Electric Fire’ buscan que te sumerjas más en la narrativa de King’s Mouth, pero no lo logran, haciendo de su escucha muchas veces un trabajo que uno termina en piloto automático a la espera de ese gran final que es ‘Mouth of the King’ y ‘How Can a Head’.
Desafortunadamente, y para ir cerrando, el disco es un concepto que tiene mucho potencial pero que se pierde, especialmente al comienzo, pero una vez que ya entras en confianza, es un excelente compañero de viajes.
Resumiendo: Una gran idea que es consumida por los momentos más indulgentes del disco, pero que aún así lo hace merecedor de, al menos, una escuchada.
Lo mejor: ‘All for the Life of the City’, ‘How Many Times’ y ‘Mouth of the King’.
Nota: 7/10