En el universo de las bandas hay infinidad de mitos y uno de los más llamativos es el de los síndromes. El “síndrome del segundo disco”, por ejemplo, que de un tiempo a esta parte ya tiene sucesor en el muy original “síndrome del tercer disco”. Y hay otro similar a ése, pero mucho más interesante: aquél que dice que un artista hace o deshace su carrera no cuando logra un álbum exitoso, sino cuando tiene éxito en sucederlo.
En ese escenario se encontraba The Antlers el año pasado, antes de comenzar las sesiones del que sería su cuarto largaduración. Aún saboreaban la reacción que había generado “Hospice” (Frenchkiss, 2009), una placa no sólo bien recibida por la crítica, sino que además el detonante que causó un aumento exponencial de sus seguidores. Melancólica en el mejor sentido de la palabra, una prueba más de que la tristeza también puede ser adictiva.
Los de Brooklyn bien podrían haber apostado a la segura y continuado con la misma fórmula, acomodándose en ese nicho que se habían ganado. Nadie los podría haber culpado por sumarse a la lista de nombres que han optado por ese camino. Sin embargo, el trío neoyorkino optó por el contraste y la dualidad. Por marcar diferencias con su predecesor sin dejar de ser ellos mismos, sin abandonar esa cruza de dream pop, folk y post-rock que les es tan propia. Y es ahí donde está la mayor fortaleza de “Burst Apart”, su última entrega.
El fondo no cambió realmente. El humor imperante no es muy distinto al de su predecesor, pero la dirección es otra. Allí donde hace dos años había abismos, ahora hay colinas. En ese entonces -y de la mano de una historia perfecta para sus propósitos-, The Antlers apostaban por usar el dolor para bajar. Ahora apuntan en dirección contraria, y consiguen llegar muy alto en temas como ‘Parentheses’ o la increíble ‘Every Night My Teeth Are Falling Out’, su más reciente single y un hit automático que hace del no terminar de explotar una virtud. Con canciones así, al final de estos poco más de cuarenta minutos no se está echando de menos aquel álbum previo, sino que se está saboreando este nuevo descubrimiento. Y eso siempre, siempre será una buena señal.