Por allá por 2008, Tame Impala teloneaba shows de MGMT, You Am I y The Black Keys, entre otros. Con un EP bajo el brazo, estos oriundos de Perth, Australia se comenzaban a hacer un espacio con una sorprendente capacidad de recrear sin demasiada minuciosidad un sonido sicodélico crujiente al estilo de Cream o The Jimi Hendrix Experience. Cuento sabido es el tremendo éxito de su primer elepé, “Innerspeaker” (2010), sustentado en poderosos singles, el arte envidiable de Leif Podhajsky y videos impresionantes por concepto e ingenio, mas que por presupuesto u ostentosa producción. La tónica que ha caracterizado a una banda que parece tomarse las cosas en serio y con calma a pesar de la popularidad que han alcanzado.
Anunciado y esperado hace varios meses, “Lonerism”, su segundo disco, se editó este mes bajo el sello Modular. ‘Apocalypse Dreams’ y ‘Elephant’ -las dos canciones que se adelantaron hace un par de meses- no representan mucho al resto de la placa, pero marcan puntos importantes en intensidad dentro de los 51 minutos de este viaje que abre con ‘Be Above It’, la más diferente y descriptiva del disco. Porque hay más pausas y espacios: estos temas parecen no pretender armarse del todo para cumplir con un desarrollo, climax y desenlace. La mitad del disco es la parte más distinguible y recordable. Entre las movidas ‘Why Won’t They Talk to Me?’ y ‘Keep On Lying’ está ‘Feels Like We Only Go Backwards’, un seguro single que afirma este nuevo pilar de Tame Impala que, sin reinventarse, produce una placa que perfectamente podría ser debut, porque no recurre a ningún cliché de sus primeros éxitos para generar nuevos clásicos.
Luego de ‘Elephant’, el álbum se va diluyendo en tres canciones que parecieran cuatro o cinco, por sus pausas y cambios de ritmo que dificultan el distinguir inicios y finales. Ésta es su parte más experimental, que la banda explota tocando en vivo. “Lonerism” es un salto de la gloria al trance, pero no al ritmo de la negación, sino con la justa generación de continuidad. Kevin Parker (voz y guitarra en vivo, quien compone y graba en estudio todos los instrumentos, dejando solo la mezcla en manos ajenas) dice haber pensado que su música debía tener la instrumentalización y vibra de este disco aún antes de grabar “Innerspeaker” y aquí finalmente cumple con ello, incorporando nuevos elementos: sintetizadores, voces y melodías reiterativas.
De una forma natural y evolutiva, este segundo disco se convierte en la predecible secuela de la gran explosión. Doce nuevos planetas que giran en torno a la misma vibra espacial y atmosférica, cargada de reverberancia, capas de voces e instrumentos en la armonía de una satisfactoria experimentación. Volviendo a crear, pero desde otro punto de partida un poco más avanzado.