“Oxigenante” fue una de las palabras que Ana Tijoux escogió para describir desde el escenario su experiencia con Roja y Negro. El trío, que también conforman los guitarristas Raimundo Santander y Ramiro Durán, se presentó este martes ante un Teatro Oriente virtualmente lleno, en el marco del ciclo Tocatas Mil. Oxigenante, dijo, porque es música “sin tanta máquina y tantas luces” y porque busca lograr “profundidad”. Y, se podría añadir, porque le permite acercarse a sonoridades poco acostumbradas en su repertorio, además de refrescar sus propias composiciones.
Aunque se ha escrito que Roja y Negro es un espectáculo de boleros, tantos, valses y tonadas, hay algo más que eso. La ‘Tonada de luna llena’ de Simón Díaz, los boleros ‘Encadenados’ y ‘Nuestro juramento’ y el vals ‘Alma, corazón y vida’ quizás se ajusten a esos parámetros, pero el repertorio del grupo es más amplio. Anoche también tocaron ‘Amiga mía’, de Los Prisioneros; ‘Santiago penando estás’, de Violeta Parra; ‘Eu te amo’, de Chico Buarque; ‘Ne me quitte pas’, de Jacques Brel; y canciones ya conocidas de Ana Tijoux, como ‘Sacar la voz’, ‘Antipatriarca’ y ‘Calaveritas’, además de unas cuantas inéditas.
Lo interesante de Roja y Negro, entonces, no es que sea un concierto de versiones de canciones de amor y desamor. Más que un mero ejercicio de estilo, su espectáculo es una relectura con toda propiedad. Raimundo Santander y Ramiro Durán son guitarristas suficientemente diestros y podrían tocar todas esas canciones de una manera convencional, pero también samplean sus instrumentos, juegan con arpegios y punteos e introducen sutiles percusiones, que se añaden a la voz a ratos intervenida de Ana Tijoux. A ellos se suman, en algunos pasajes, trompetas y saxos para ampliar aun más las posibilidades de estas versiones.
¿Es una aventura siempre feliz? No necesariamente. Algunas de esas interpretaciones, por ejemplo, quedarían mejor con una voz más virtuosa que la de Ana Tijoux, pero eso se compensa con la atmósfera del concierto. “Por favor, no se maten acá” es una de las tantas bromas que lanza la cantante a propósito del carácter lacrimógeno del repertorio y es una frase que refleja también el espíritu de la velada: una reunión con amigos, para cantar unos cuantos clásicos.