A doce años de su primera visita al país, las cosas cambiaron bastante en la carrera del británico Robbie Williams. De ser una estrella pop de categoría mundial a uno de segunda línea, debido a los excesos con drogas, alcohol y una confusa obsesión con los extraterrestres que lo llevó a aseverar que dejaría la música para dedicarse 100% a la ufología, al más puro estilo Tom DeLonge. Pero la vida siempre da segundas oportunidades y el cantante regresó a las pistas, mucho más centrado, y enfocado en lo que mejor sabe hacer: entretener a las masas.
El regreso se pactó para el Movistar Arena, recinto que le dio un carácter más íntimo al show, alejado de la parafernalia habitual de giras anteriores. Tal como dicta el manual inglés, el artista apareció en escena con puntualidad no sin antes entonar el Himno de Robbie, canción que juega y se mofa de las adicciones que tuvo y que en la misma lo enaltece por sus atributos artísticos. La ironía siempre ha sido clave en la carrera de Williams.
El imaginario del boxeo, con Robbie como el main event, es lo que interpreta ‘The Heavy Entertainment Show’, canción con la que inicia el concierto y que además le da el nombre a la gira. Aunque su voz suene gastada a ratos, el carisma e intensidad con la que domina el escenario no cambia, así lo confirma en ‘Let Me Entertain You’.
El ex Take That maneja los tiempos del público con juegos vocales, a modo de previa en ‘Minnie The Moocher’, canción que muestra su obsesión por el swing, en su faceta más vodevilesca. También aprovecha la ocasión para rendirle honores a George Michael con ‘Freedom’, primer tema que grabó luego de abandonar su ex compañeros de banda. El cantante conversa con los fanáticos y les cuenta lo bien que se siente volver luego de su temporada en el infierno, empalmando esta “confesión” con ‘Love My Life’, melosa canción que reafirma todo lo anterior.
Sus dotes de maestro de ceremonias las cumple a cabalidad jugando con el Movistar, cantando coros de canciones como ‘Livin’ On A Prayer’, ‘Rehab’, ‘Take On Me’, ‘Stayin’ Alive’, entre otras. Para luego comenzar el mejor tramo del concierto, nueve canciones imbatibles dentro de la discografía de Williams. ‘Come Undone’, dedicada a una chica uruguaya en primera fila; la clásica ‘Millennium’ pero en piloto automático, apoyado por sus coristas y con Robbie muy tranquilo reponiendo energías con una tabla para picar ubicada al costado de la batería. ‘Something Stupid’ traería la dinámica de compartir la canción con una fanática, siendo la misma chica uruguaya la afortunada para la ocasión.
‘Rudebox’, ‘Kids’ y ‘Tripping’ pusieron a bailar al público, mientras que ‘She’s the One’ y ‘Feel’ pisaron el freno y activaron el karaoke masivo, para cerrar la primera parte del show con ‘Rock DJ’, canciones que lo colocaron en el tope de las listas durante la década del 2000.
La segunda parte y final del concierto comenzó con otro clásico sacado de su época de oro, ‘Better Man’ cantada a dúo con su padre, Peter Conway. Una lavada y sin fuerza versión de ‘Angels’ colocó el punto final al concierto, no sin antes despedirse con ‘My Way’, junto a Gary Chamers en el piano. El público pedía más de Robbie y este regresó para interpretar a capella los coros de ‘Feel’, ‘Better Man’, ‘She’s the One’, ‘Tripping’ y ‘Angels’ para despedirse definitivamente de los fanáticos nacionales.
Lo que ofrece Williams va más cargado hacia el espectáculo, la comedia, el entretenimiento por sobre la propia calidad como cantante, los años de desenfreno y locura se notan al momento de cantar pero poco y nada le importa al británico, puesto que lo compensa con toda la energía que desborda como showman. Él siempre será el foco de atención, aunque la banda que lo acompaña sea impecable y tenga en sus filas a Gary Nutall o Gary Chambers, eternos colaboradores de Williams, siempre estarán en segundo plano. Un retorno anecdótico de quien pudo haber sido el nuevo rey del pop.
*Fotos: Carlos Muller