No hay resfrío post lluvia torrencial, ni tampoco cansancio que nos quitara el entusiasmo por ir a cubrir el tercer y último día del debut de Primavera Sound en Santiago de Chile. Siéntate en tu lugar favorito y lee las reseñas, a continuación:
Amaia: El esperado encuentro
El Parque Bicentenario partía su segunda jornada cuando un pequeño pero entusiasta grupo de asistentes le dieron la cálida bienvenida a Amaia, la española que desde el 2019 construye una historia con el festival en su versión europea. Si en ese año deslumbró con un set más ajeno que propio en su debut dentro de la edición barcelonesa, hoy la cantante hace gala de dos álbumes más que suficientes para montar un espectáculo redondo, que funciona de manera ideal para que entendamos el fenómeno que ha significado en su país.
Amaia se mostró verdaderamente emocionada por tener una audiencia que le coreó todo lo que cantó, entusiasmo que fue devuelto con una sentida interpretación de canciones como ‘Dilo sin hablar, ‘La vida imposible’, ‘Quiero pero no’ y uno de los puntos altos del show: ‘El Encuentro’, single junto a Alizzz que le sumó más de un adepto en esta parte del mundo. Una primera interacción de la ex Operación Triunfo con su fanaticada chilena, que ni ella esperaba tener tan consolidada. Esperamos que este show sea el primero de muchos, porque la intimidad que logró Amaia con su público local merece una segunda, tercera y cuarta repetición. //Bárbara Carvacho
Raveena: Tan brillante como el sol
“Alquimizo todo en luz, soy literalmente poderosa”, es lo que escribió en Twitter Raveena luego de su paso por la segunda jornada del Primavera Sound, después de vivir una primera noche aguada y fría. Estamos de acuerdo. El paso de la cantautora estadounidense, con raíces indias que también hacen gala en su arte y letras, fue luminoso y energético como el sol que no daba tregua en el cielo. Desplante sorprendente como frontwoman, que fue espectacularmente complementado con una banda diversa en colores y formas, cosa que siempre se agradece porque regala nuevas sutilezas a cada pieza que sale de la artista.
Una referente entre las disidencias que se lo corearon todo, tanto de su álbum del 2019, Lucid, como de su más reciente estreno titulado Asha’s Awakening. De carácter íntimo y divertido, entre anécdotas y agradecimientos, el encuentro fue la previa que necesitábamos para prepararnos a las sensibilidades y energías que nos traería Jessie Ware, Björk y Charli XCX en el mismo escenario. Si su paso por plataformas como NPR Tiny Desk Concert dan luces de lo onírica que puede ser Raveena y compañía cuando levantan un show, verla en vivo fue la confirmación de esta magia de la que no se puede escapar. Fue imposible hacer oídos sordos a su hechizo, tampoco queríamos hacerlo. //Bárbara Carvacho
Los Planetas: Como un relámpago
Quizás el único momento frustrante de todo el festival fue la presentación de Los Planetas. No porque ellos estuvieran mal que, tras treinta años a sus espaldas como cabeza de la escena independiente española tienen un repertorio y una soltura tan grande que eso es difícil que ocurra, sino por las circunstancias del propio show. Ocho años después de su primera (y única) visita, bajo un sol inesperado (se esperaba nublado), y un calor abrasador, la banda salió con diez minutos de retraso (nunca se aclararon las causas) teniendo ya un reducidísimo tiempo de presentación original (en principio eran 45 minutos que se quedaron en apenas una escuálida media hora). Además, comenzar con la extraordinaria ‘Islamabad’ ya se llevó bastantes de esos minutos.
La solidez del grupo ya los aleja mucho de aquellas épocas en las que ver un concierto suyo era una ruleta de si les encontraríamos en un día bueno o uno malo (he visto auténticos desastres y he tocado el cielo frente a ellos). En escasas siete canciones pasearon su vena de hits más directos como ‘Devuélveme la Pasta’, sus aristas más melancólicas como ‘Señora de las Alturas’ o sus adaptaciones de palos flamencos al hoy (unas alegrías en ‘Alegrías del Incendio’, unos verdiales en ‘Si Estaba Loco por Ti’). Incluso aprovecharon para hacer arqueología hasta su segundo disco, Pop, en ese himno perfecto que es ‘David y Claudia’.
Jota, visiblemente contrariado durante ‘Alegrías del Incendio’ que terminaba el show, introdujo, inesperadamente, unos versos de ‘Indian Summer’ de Beat Happening, en uno de esos juegos de interpolación tanto de la historia del flamenco como del rock que han acostumbrado a hacer. Un guiño encantador para cerrar un set que, ojalá, hubiera durado más, mucho más. //Daniel Hernández
Inti Illimani: Surrealismo político latinoamericanista
Si lo del sábado con Los Jaivas fue raro pero efectivo, lo de Inti Illimani este domingo fue surrealista pero igual de maravilloso. La legendaria banda chilena sabía que estaba fuera de su zona de confort, por lo que trabajaron al público con bromas y discursos políticos que fueron dichos con serenidad por los hermanos Coulon.
“Acuerdense que Björk tuvo un pololo chileno. Así que si le caen mal los chilenos…¡tiene toda la razón!”, lanzaban como chiste desde el escenario (¿o no?) dando a entender que sabían el lugar privilegiado en el que se encontraban: Entre Jessie Ware y Björk, un espacio al que cualquiera de nosotres nos gustaría llenar.
Pero el setlist de la banda, a diferencia de lo que hicieron Los Jaivas, trató de buscar al público al tocar cada tanto clásicos de su repertorio. ‘En la calle de la desilusión’, ‘Lo que más quiero’, ‘Samba Landó’ y ‘Malagueña’, hicieron bailar al público que estaba prendido de una forma que al comienzo del show no parecía que pasaría.
Entre los comentarios que Coulon hizo en el escenario habló de todo: desde el apartheid y Nelson Mandela (personaje que sacó extraños aplausos), pasando por Víctor Jara (que logró conseguir que el público coreara su nombre) y al final, un discurso sobre cómo la inmigración no es un problema, sino que un proceso, como un trasplante de corazón que el cuerpo necesita pero que al comienzo rechaza, para luego dar paso a su canción final del set: ‘Sobre tu playa’.
Como era de esperar, el show de Inti fue muy político, con videos que mostraban alusiones al estallido social y a Latinoamérica unida. Una excelente muestra de lo que se supone es el Primavera Sound: escuchar y disfrutar música sin prejuicios. //Alex Miranda
Sevdaliza: artpop para cautivar
Como es tónica en el PS, siempre hay un escenario alejado de los principales que aloja joyitas para el corazón y el oído. Eso pasó en el Primavera stage con la llegada de Sevdaliza, la productora y artista visual y sonora, que ofrendó un repertorio capaz de demostrar la versatilidad que tiene a la hora de construir canciones. Un concierto perfecto para escapar del sol y esperar la noche, tonadas envolventes que coquetean con el industrial, el triphop, el IDM, sin dejar de lado la tradición de la estructura más cercana a lo que entendemos por canción.
Con una fuerte inspiración en la naturaleza, las mujeres, lo más denso de la humanidad y el imaginario cyborg futurista, la iraní-holandesa dejó más que satisfechos a los fans y se convirtió en favorita para quienes la conocieron con este repertorio. Nos encantaría verla en una sala oscura para apreciar la intensidad de las luces y sus visuales, pero la consistencia de su banda e interpretación no quedaron al debe para transformarse en una de las buenas pasadas del primer PS Santiago. Sevdaliza viene arrastrando atención hace un par de años, sobre todo con su excelente placa del 2020, Shabrang, y verla en vivo nos deja más que claro por qué tanto revuelo en torno a su propuesta. //Bárbara Carvacho
Björk: Hay una hermosa vista / desde la cima de la montaña
Antes de su show, la gran crítica era el horario que se le había asignado a Björk. Que era muy temprano y de día. La verdad es que podemos decir que el Primavera Sound tuvo dos conciertos que se vieron “mejorados” por las condiciones climáticas: La lluvia en Lorde y el atardecer en Björk. No muchas veces la puesta de sol calza exactamente al mismo tiempo que el último acorde de una presentación, pero eso pasó ayer, y lo que es más increíble: eso no fue lo más lindo.
Como ya es sabido, esta gira venía acompañada de arreglos orquestales para todas sus canciones. En nuestro caso, la orquesta elegida fue la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile (FOJI), que consistió en 32 músicos, entre primeros y segundos violines, violas, contrabajos y chelos. Todos comandados por el islandés Bjarni Frimann, enfundado en un top de lentejuelas negras y una falda a tono. La misma cantante dio cuenta de lo especial de la situación al decir en un golpeado español: “Hoy hay más chilenos en el escenario que islandeses”.
Björk tiene una formación músical clásica, que ella torció de tal manera mientras crecía (como persona y artista) hasta llegar a sus discos más nuevos. Lo de hoy es mostrar una nueva cara de la cantante, una que nunca ha estado oculta pero tampoco tan en primer plano, y nosotres pudimos verla en vivo y en directo, cantándonos con ese vestido de sueño.
De las canciones elegidas, la mayoría vino de Vulnicura (2015), pero también dejó espacio para clásicos de Post (1995) y de Homogenic (1997). Probablemente este show es el único que en vez de conseguir gritos de euforia cuando se tocan temas conocidos, logra suspiros de la gente, personas que se derriten en el público y en las cuerdas de la FOJI. Hace tiempo que no presenciaba un show que pareciera tan íntimo y a la vez tan colectivo. Es más, el horario permitió que muchos padres llevaran a sus hijos e hijas a disfrutar de Björk en plan: “te voy a presentar a esta gran artista”, algo que muchos de nosotros vivimos con nuestros padres (un saludo pa mi mami) por la radio o la tele. Hermoso.
“Mi español es horrible, pero ustedes no hablan islandés, ¿o sí?”, dijo disculpándose por su falta de español antes de hablar en inglés sobre lo lindas de nuestras montañas y como eran “casi tan grandes como en Islandia”. Y es que al parecer las montañas dejaron maravillada a Björk, ya que en ‘Hyperballad’, cuando cantó “We live on a mountain/ Right at the top/ There’s a beautiful view/ From the top of the mountain”, lo hizo apuntando a la cordillera.
Para finalizar la cantante se despidió con ‘Pluto’, presentándola de la siguiente forma: “Todos han sido arreglos de cuerdas, pero les voy a dar un poquito de tecno”. Y la verdad es que solo Björk podría darte un atardecer, halagar tus montañas, ponerte la piel de gallina y hacerte perrear unos contrabajos orquestales.
Björk, nos dejai pa adentro. //Alex Miranda
Mitski: La bomba a punto de estallar
¿Quién es Mitski? Dices mientras clavas tu pupila en el escenario ¡Quién es Mitski! ¿Y tú me lo preguntas? Mitski… eres tú.
Quién más podría verse reflejado en esa figura envuelta en su propio caos que una misma. Frágil y vulnerable, pero no como un pajarito, sino como una bomba a punto de estallar. La cantante japonesa-estadounidense llegó a Chile para presentarse en el Primavera Sound después de nadie más ni nadie menos que Björk, unos zapatos bastante grandes que calzar. Considerando esto, la presentación podría haber estado destinada al fracaso y sin embargo, nos encontramos con uno de los shows más intensos —de verdad— dentro del festival.
Caía la tarde y finalmente comenzaba a correr algo de viento en el día más caluroso del certamen. En el escenario Santander se agrupaba un considerable grupo, infiltrado de la fanaticada inamovible de Travis Scott, quien se presentaría en el mismo lugar horas más tarde. Algunas miradas inquietas fueron intercambiadas entre quienes paseaban por el sector ¿Qué podría venir ahora? Y entonces el público comenzó a vitorear este nombre extraño como si se estuviera invocando a un espíritu. Casi.
Una vez instalada la banda, un cuerpo se adentra al centro del escenario, envuelto en un vestido holgado y a pies descalzos. La pantalla se acerca a un semblante serio de quien, más que enojada, parece estar habitando un personaje. La emoción del público es instantánea apenas comienza a sonar ‘Working for the knife’, de su último y aclamado disco Laurel Hell, una canción casi profética para empezar su show que habla de cómo se ve obligada a explotar sus emociones para ganar dinero.
Lo que viene después es un show de performances inquietantes, donde la cantante pareciera ser la mejor alumna de la clase de la profesora Kate Bush, porque no baila, sino que interpreta con su voz y con su cuerpo, usándose como un canal entre las palabras y el público. Una Mitski que solo podremos conocer gracias a que la persona que tenemos en el escenario es el oráculo que nos lleva a ella. Finalmente, está ahí en el escenario para que tú seas parte de ese juego de canciones breves pero infinitas. //Valentina Tagle
Charli XCX: Fuimos testigos
Precedida por su paso bien carreteado en Brasil y por un dolor de garganta que la tenía tomando antibióticos desde Buenos Aires, la llegada de Charli XCX a Chile fue bastante en sintonía con la atmósfera de su último trabajo Crash, una colisión de emociones.
La británica salió a escena a eso de las 21:40 entre dos pilares griegos y, para sorpresa de quienes no estén familiarizados con su show actual, sin banda ni bailarines que la acompañen. Es decir, completamente sola. Vestida como Xena, la princesa guerrera, pero con un guiño futurista añadido en sus gafas oscuras y saludando efusivamente a la ciudad que la recibía nos dejó claro una cosa: no estaba sola, el público estaba con ella.
Charli XCX, como toda artista pop que se aprecie de tal, aspira a evocar un momento. Los más puristas creerán que ese momento debe ser algo etéreo y poderoso como el amor o la pérdida, pero por aquí creemos en el lado lúdico de la vida. Charli busca encarnar ese momento en que una adolescente está cantando sola en su pieza, un espejo de lo que hizo en el escenario. Es una joven que se está arreglando para una fiesta, que usa el cepillo como micrófono y baila arriba de su cama. En resumen, el momento en que está más segura que nunca en su espacio de confort.
No es que no se notara que estaba enferma, es que no importó. La cantante pudo llevar todo el show en sus hombros con facilidad sin que se extrañara la presencia de algo más. Quien se haya aburrido es porque no estaba mirando de verdad.
Charli, como la amante del género que es, se ha encargado de dejar claro sus referentes y tomar de ellos lo que le sirve (hasta haciendo una canción, ‘1999’, para referirse a lo importante que fueron estos en su carrera), creando un sonido que parece conocido pero que a la vez parece algo que nunca hemos escuchado ¿Cómo es posible lograr que estos opuestos funcionen? Sin entrar en detalle (creemos que merecerá una columna aparte para todo lo que hay por decir) y a riesgo de sonar como Anton Ego, el crítico culinario de la película “Ratatouille”, es porque estamos, a juicio de quien escribe, frente al mejor pop del momento. Y Santiago fue testigo. //Valentina Tagle
Travis Scott: El rap rabioso nunca parece ser suficiente
El setlist de Travis Scott consideró unas veinticinco canciones en la versión argentina de Primavera Sound y Chile se quedó con quince. Aún cuando es un número que haría pensar que la gente quedaría con la sensación que faltaron éxitos, la masa que aguantó la salida del estadounidense no lo hizo sentir. ‘Highest in the Room’, uno de sus clásicos por excelencia, retumbó en el parque y los que esperaban a su rapero favorito explotaron de ahí en adelante, con una seguidilla aplaudida de canciones como ‘Mamacita’, ‘Way Back’, ‘90210’, y por supuesto las esperadas ‘Sicko Mode’ y ‘Goosebumps’.
En comentario de una de sus fans que lo esperaba es que se sintió como “una versión reducida del espectáculo de Travis Scott”, y aún cuando el público lo dio todo haciendo lucir su buena fama de latinoamericanos, los más conocedores extrañaron el setlist completo, la escenografía, la parafernalia. Eso sí, fueron ellos los que ganaron con el estreno en vivo de ‘Down in Atlanta’, una venidera colaboración junto a Pharrell fechada para este 18 de noviembre.
Para quienes no son tan fanáticos, fue una buena fiesta: nos quedamos con los hits, una metralleta de energía que no bajó, un espacio amplio que permitió que Scott demostrara que se puede comer cualquier tarima por grande que sea. Y lo hace con rabia. Ese es su fuerte: hits del rap contemporáneo que abundan en TikTok e ira.
Esa voz que se transforma en gruñido, esa energía que sólo se fuga corriendo de un lado para otro. Un concierto que fue en alza y que permitió hasta bengalas como demostración de la intención que alberga el cantante. Es de esos espectáculos de hiphop que permite mosh, salto y llanto. Las penurias personales y públicas que ha atravesado Scott, ahora en condición de estrella mundial millonaria, quedan registradas con potencia en un paso por Chile que deja con gusto a poco pero por cantidad más que por calidad. //Bárbara Carvacho