El Primavera Sound es un festival para el que hay que entrenar. Un mes antes de asistir, planificar salir a correr o algo, porque son doce escenarios más un área nueva que se llama Beach Club, que es como una pequeña Ibiza. Este año podías bajar a la playa, tomar cócteles en las barras y bailar música electrónica con nombres como Floating Points, Begun, Black Lips en formato dj set y la maravillosa cita con Sophie. Entre Mordor -donde se encuentran los dos escenarios más grandes- y este stage recién estrenado hay más de un kilómetro. Son tres días, así que si planean ir el próximo año, dejen en su casa los zapatos bonitos y vayan Sporty Spice. A pesar de lo enorme del terreno, es un festival tan cómodo y todo el cartel es tan atractivo que durante el día se te olvida y lo recuerdas a la mañana siguiente. Yo sigo cojeando, pero bueno. Vamos a lo que importa de verdad. Y no, no es Radiohead.
¡Robert Forster! Qué belleza de concierto. El co-fundador de The Go-Betweens dio uno de los mejores shows de todo el festival y en un escenario de lujo: el Auditori Rockdelux. Creo que es imposible que ese lugar tenga la remota posibilidad de sonar mal. Imposible. Por otra parte, el australiano hizo gala de su experiencia y regaló una presentación que incluía canciones de sus trabajo en solitario como ‘Learn To Burn’ o ‘I’m so happy for you’, pertenecientes a su disco del 2015 y también joyas de The Go- Betweens, como ‘Surfing Magazines’ o ‘Clouds’. Estuvo acompañado de cuatro músicos, incluyendo a Karin Bäumler, violinista. Quienes se lo perdieron, de todas formas, tuvieron la oportunidad de verlo nuevamente con su banda el día sábado, en la programación gratuita del festival (más de 100 shows en total, sobre eso ahondaremos en una de las próximas entregas).
Si año tras año el Parc del Fórum recibe mucho público, este viernes 3 de junio fue en aumento. Una palabra: Radiohead. La banda tocaba en Mordor, pasadas las diez de la noche, topando con Tunacola (que tenía un público muy bailarín). Y también mientras Tortoise sonaba como cañón -me contaron personas confiables-, la banda de Thom Yorke tenía menos potencia que un fumador subiendo el cerro San Cristóbal en bicicleta. No por ellos, sino por la amplificación. Una verdadera lástima. La cantidad de público congregada a esa hora frente al escenario Heineken era de estadio y se encontró con un buen repertorio que se desvanecía un par de metros alejándote del escenario. Iniciaron con ‘Burn the Witch’’ y se movieron por sus trabajos previos con temas como ‘Karma Police’, ‘Idioteque’ o ‘Pyramid Song’. También se pasearon, por supuesto, por parajes de A Moon Shaped Pool y el momento de éxtasis fue cuando comenzó a sonar ‘Creep’, clásico que no tocaban desde hace siete años. Los que hicieron emocionante ese momento fueron los fans, porque si no, con suerte la escuchábamos. El director del festival, Gabi Ruiz, explicó en este foro que “Radiohead es una banda a la que le gusta tocar a ese volumen”. Ok.
Terminaba Radiohead y caminé hacia el escenario del frente, mientras escuchaba personas maldecir en diferentes idiomas el paupérrimo trabajo técnico del concierto. Me senté a esperar -una ya tiene una edad- a The Last Shadow Puppets, que estaban por comenzar. Eso sí, antes de iniciarse el show intenté acercarme a la reja después del trauma provocado por los sonidistas en momentos anteriores. Felizmente, este concierto sonó perfecto. Miles Kane (el acosador de mujeres periodistas) y Alex Turner montaron un muy buen momento, paseándose por su repertorio con esa aura a lo James Bond que tienen sus discos y de la mano de un cuarteto de cuerdas poderoso. Eso sí, la performance de Alex Turner se movía por la delgada línea de “mira, qué bien, divertido” hasta “qué hombre tan detestable”, probablemente por unas copitas de más. Pero bueno, para muchos ese es su encanto ¿no?
The Last Shadow Puppets sí es un espectáculo para el tamaño de este escenario, el H&M. Se lo toman por completo tanto ellos, derrochando complicidad, como también sus canciones, que sonaron enormes.
Inmediatamente después, volví al escenario Heineken donde se había presentado antes Radiohead, para esperar a Beach House. Con algo de tristeza eso sí, por estar metida en Mordor muchas horas perdiéndome el verdadero festival que se vive en el sector en el que están los otros escenarios.
Victoria Legrand y compañía iniciaron su presentación que se alargó sólo en diez temas, con ‘PPP’. No tuvieron el problema de potencia que sí tuvo Radiohead, pero creo que los programaron en el escenario equivocado. Sí, es una banda grande, pero en un espacio tan mastodóntico su repertorio se desvanecía. Eso es muy importante y creo que no siempre se toma en cuenta. No todos los grupos, por más importantes o icónicos que sean, brillan en grandes escenarios, es más, les puede jugar en contra. Lo de Beach House tiene un espíritu íntimo y para lograr esa conexión se necesita algo más reducido o incluso las paredes de una sala que no dejen escapar esa energía contenida. Un lindo show, pero que se escapaba como agüita entre los dedos.
La decepción más grande de toda la noche fue The Avalanches. Uno de los números más esperados del día por una buena parte de la audiencia del festival se presentaba en el escenario Ray Ban (el más bonito del Primavera). Hace pocos días anunciaban su regreso, el mismo día habían lanzado completa una nueva canción y ¿con qué nos encontramos? Con un dj set que no estaba anunciado. ¡Queríamos a la banda! Me enteré -sólo por rumores- que hubo problemas con los instrumentos y que se recurrió a ese formato por fuerza mayor, pero no pude confirmarlo. De todas formas, a esas horas la mayoría estaba borracha y bailar no era un mal plan. Me quedé hasta el final, tristemente, esperando que pincharan ‘Since I Left You’, por lo menos, pero nada. Trocitos de italo disco por aquí, un tecno noventero por acá y muchos corazones rotos. Dieciséis años de espera para nada. Eso sí, diez para las cuatro de la mañana, gracias a Sheer Mag nos volvió el alma al cuerpo. Qué buena banda. Lo mejor para terminar la jornada.
Contra todo pronóstico, el día viernes resultó ser el más flojo de todos. No por el cartel, sino más por problemas técnicos en el caso de Radiohead y la programación equivocada de escenarios, como Beach House. Eso sí, gracias a esto, pude darme cuenta de algo que noté la vez anterior en la que estuve, el 2014. El verdadero festival, las sorpresas y los momentos que se te quedan pegados en la memoria suceden frecuentemente en los escenarios pequeños, con artistas nuevos, paseando de uno a otro. Ese es el encanto del Primavera Sound.