Al entrar a Blondie siento el olor a sudor característico de este local, quizá un poco más intenso del que recordaba. La noche anterior se había presentado la banda Saurom, grupo español de folk metal, razón que explicaba perfectamente el ambiente que se siente en el lugar.
Bastó con entrar a la pista central para notar que la audiencia, compuesta principalmente por veinteañeros universitarios, no iba a alcanzar a llenar el recinto. A medida que transcurría la noche, confirmé total pero lentamente lo anterior, ya que en ningún momento se llenaron los -grandes y notorios- espacios vacíos en la parte posterior de la pista de baile.
Como sea, lo netamente musical estuvo genial, partiendo por los teloneros, pero ya hablaremos de ellos más adelante.
Era la primera vez que veía en vivo a Pond, y es muy notorio que la banda tiene fans muy fieles. Además, eso ellos lo saben. Como “outsider”, sentí que el show estuvo 100% dedicado a su público, lo cual ciertamente generó un muy grato ambiente en el lugar.
La banda, como si nada, se paseó por sus seis discos de estudio en un show que duró poco más de setenta minutos, en donde incluso se dieron el lujo de mostrar un tema nuevo de corte un poco más electrónico que el resto de sus composiciones. Sabiendo lo anterior, pude confirmar que es totalmente cierto que la creatividad de Jay Watson está en su punto más alto, ya que es sabido que se encuentra creando nueva música con la mayoría de sus proyectos, y la verdad es que fue genial notar que estábamos presenciando tocar a un -potencial- genio.
El carisma de Nick Allbrook transforma de inmediato al australiano en uno de los mejores frontman de la escena musical actual, recordando mucho -me van a odiar por esto- a la comunicación que se genera en los shows de Mac DeMarco entre él y el público, en donde ambas partes son capaces de entablar una conversación sin mayor esfuerzo. ¿Un rasgo en común? Ambos practican el crowdsurfing en sus shows y terminan más prendidos que antes de tirarse al público.
Ahora el punto negro, que por suerte no tiene nada que ver con lo estrictamente musical.
No nos equivoquemos, personalmente amo a Blondie (cuando era más chico pasaba allá), por lo que siento que pueden hacer mil cosas para mejorar su infraestructura y equipamiento técnico. Quienes conocemos el local, sabemos que este tiene dos problemas grandes que los administradores nunca han sabido solucionar, los cuales son la calidad del sonido que ofrecen y la temperatura que se genera especialmente en la pista central.
Respecto al primer punto, muchas veces sentí que las voces, tanto de Vuelveteloca como de Pond, y a ratos sus respectivas baterías, se perdían entre tanto caos sonoro. Nunca logré identificar si eran por los efectos -ya que ocupan bastantes-, o bien la acústica del recinto. Sin embargo, cada vez que voy a un concierto allá, algo pasa que nunca nada suena como debería sonar (recuerdo la cara de desesperación de Miho Hatori cuando Cibo Matto experimentó este problema en 2014, por ejemplo).
Por otro lado, en un momento pensé que solamente yo estaba bostezando demasiado seguido, pero al mirar a mi alrededor, noté que estábamos varios en la misma. La razón es la clara falta de oxígeno y la elevada temperatura que se generan en el lugar, en especial cuando hay mucha gente metida ahí. Sé que este problema ha sido una constante desde que la primera fiesta que realizaron, y la verdad es que termina logrando que la mayoría -sino gran parte- del público haya estado bastante incómodo durante toda la jornada, incluyéndome.
A pesar de todo lo anterior, Pond logró realizar un show bastante entretenido, cercano y muy movido, haciendo bailar a todos los que estábamos asándonos en Blondie, pero falta aún un tema que destacar.
Los chicos de Vuelveteloca abrieron los fuegos de la noche, y lo hicieron de muy buena manera. Su propuesta transita por el noise y el rock psicodélico, lo que claramente los transforma de inmediato en una de las mejores bandas para telonear a los australianos.
Tocaron un show cortísimo, de cerca de 45 minutos de duración, en donde presentaron su álbum más reciente, Pantera (2015, BYM Records), y para ser honestos, decir que los chilenos estuvieron muy cercanos al nivel que nos mostró Pond, no es mentir en lo absoluto. La gente bailó, los aplaudió, e incluso escuché a varios decir “los voy a llegar a buscar”, una clara señal de que están haciendo las cosas bastante bien.
A modo de conclusión, y si bien el show en términos generales está lejos de ser uno de los mejores del año, sí era algo que sus fans necesitaban escuchar en este ajetreado 2016. Lo importante, finalmente, es que todos terminamos contentos. Asados y sudando como nunca, pero contentos.
*Fotos: Claudia Jaime de Fauna Prod.