Caminando hacia el Teatro Cariola, me reprocho el estar llegando tarde y haberme perdido la presentación de Emisario Greda, quienes justo mientras se llevaba a cabo el exhaustivo control de ingreso (te registraban todo), tocaban la última canción, calentando la previa para el concierto de Pedropiedra. Todo mal.
Al entrar al recinto, y ver cómo las cortinas se cerraban de a poco, pude apreciar una panorámica bastante poco habitual en relación a los conciertos a los que estoy acostumbrado a asistir, así como también una imagen que poco y nada tenía que ver con la que esperaba encontrar. Por lo general, los shows que realiza Quemasucabeza suelen estar orientados hacia los adolescentes o veinteañeros, no obstante, el Cariola nos mostró ayer a un público bastante mayor (digamos, entre 30 a 40 años) con sus hijos pequeños, algo que ciertamente me sorprendió de entrada. Quizá es la época de vacaciones de invierno, supuse, por lo que no le presté mayor atención y me fijé en el aspecto netamente musical, pero más tarde este pequeño detalle me comenzó a molestar más y más. Ya hablaremos de aquello más adelante.
Ahora, a lo que vinimos: Pedro Subercaseaux estaba celebrando el primer aniversario de su cuarta producción discográfica, Ocho, lanzado en julio de 2016, además de despedirlo para darle paso a algo nuevo (detalles más adelante). Para lo anterior, el chileno agendó una presentación en el local antes mencionado, la que finalmente fue un extenso repaso por toda su discografía, más que un “especial” de su no-tan-nueva placa de estudio.
El show duró poco menos de dos horas, comenzando con un sutil retraso de 30 minutos, sin embargo, las canciones fueron sucediéndose una tras otra de manera bastante amigable en la primera fracción. ‘Eclipse Total’ y ‘Las niñas quieren…’ fueron las encargadas de abrir los fuegos del concierto, el que, en primera instancia, contó también con la colaboración de Gabriel Garvo. El ilustrador, quien realizó el trabajo gráfico del medianamente nuevo disco del artista, proyectó distintos dibujos hechos en tiempo real en un telón transparente, mientras Subercaseaux y su banda tocaban sus canciones, generando así una “barrera visual” entre el grupo y el público.
Posteriormente, tras una inesperada pausa de unos pocos minutos, el grupo interpretó canciones un poco más relajadas, como ‘Hasta el final’ y ‘Sol mayor’, ambas del primer álbum del proyecto. Acá es importante hacer una observación: estos temas no siempre aparecen en los shows del artista y su presencia en este concierto obedecía a un setlist especial, dicho esto, buena parte del espectáculo decayó mientras escuchábamos estas composiciones, tornando todo en un show plano y sin muchos sobresaltos. Hubo gente que se fue, otros que entraban y salían de la sala, y varios que se formaron en la fila del expendio de comida que había en el lugar, hechos que sin duda se transforman en anécdotas lamentables.
Aún así, el concierto estuvo lleno de colaboraciones con otros músicos del sello nacional. Felicia Morales apareció dos veces para cantar ‘Zorzal’ y ‘Matando el tiempo’ respectivamente, mientras que Fernando Milagros hizo lo propio como segunda voz en ‘La balada de J.González’. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue la aparición de Vicente Cifuentes, de la banda Vicente Cifuentes & Los Buenos Momentos, quien realizó un cover de ‘Bachata en Fukoka’ de Juan Luis Guerra junto a Pedro y su grupo.
Otros puntos destacables fueron el estreno de un nuevo tema llamado ‘Quinta Costa’, la versión en cumbia de ‘Inteligencia dormida’ y una interpretación de ‘Mr. Guantecillo’ de 31 Minutos. Acá es cuando las cosas comienzan a cambiar para nosotros.
Esta nota se titula “Cambio en el equipo” por una razón bastante sencilla, y es que, al salir del Cariola, comencé a preguntarme cómo abordar esta reseña. El show en sí fue bastante correcto y similar a los conciertos que dan los artistas de Quemasucabeza: hubo varios singles radiales, colaboraciones con otros músicos del sello y bastante buena onda en el ambiente, pero el público fue el punto diferente en esta ocasión.
Hace ocho años era imposible prever que Pedropiedra, con su disco debut, fuese a reunir a un público más familiar, aunque el llamado del show era justamente a juntar a estas audiencias, no obstante, vi y escuché a niños llamar al artista hacia el escenario, mientras este aún no salía a escena. Como dije al principio, los espectáculos musicales del sello solían estar más orientados a un target adolescente, pero en esta pasada fueron los padres y sus hijos quienes destacaron en la sala, demostrándonos, de paso, dos cosas muy importantes:
Primero, el recambio de los públicos cada diez años es completamente real.
En segundo lugar, las bandas que conformaban el indie desde el 2007 (Gepe, Javiera Mena, Ases Falsos y el propio Pedropiedra) comenzaron a transformarse en el mainstream chileno desde hace rato, dejándole su espacio a otros grupos más nuevos, como Playa Gótica y Niños del Cerro -por mencionar a algunos-, en dicha escena musical. Si no me creen, pues prendan la radio y ya.
Es interesante ver el ascenso -lento y muy gradual- de esta nueva camada de músicos chilenos, así como también lo es el hecho de ver cómo personas de 30 o 40 años están aceptando, o incluso continúan apoyando a artistas de la talla de Pedropiedra, asistiendo a sus conciertos y creciendo a la par junto a ellos, algo que, creo, es el punto más importante en todo este postulado. De la misma forma, es llamativo notar que Subsercaseaux es capaz de reunir a adolescentes, padres y “adultos jóvenes” en un mismo lugar, bajo una misma excusa: su música, cosa de la que pocos músicos de la generación de 2005 pueden jactarse.
Quizá todo lo anterior sea un tremendo carril y solo haya coincidido el llamado de Transistor para reunir a grandes y chicos en la celebración del primer aniversario de Ocho, más el comienzo de las vacaciones de invierno, pero si no es así, pues igualmente vamos por un buen camino en aquella cruzada. Supongo.
Fotos: Jorge Guerrero