Histriónico es la palabra que mejor define la personalidad múltiple de Patrick Wolf y su obra, por la que van apareciendo un carrusel de padres y madres artísticos del propio Wolf y en el que se dan cita una gran heterogeneidad de estilos: desde el terrorismo sonoro que bebe de los experimentos de la Björk de los noventa (“Count of Casualty”) al mundo onírico y desgarrado de Kate Bush (“Damaris”), pasando por el electro con tintes industriales de “Vulture”, sin olvidar en ningún momento la sempiterna sombra de David Bowie que planea sobre el álbum. Pese a no llegar a la altura de su primerizo “Lycanthropy”, este cuarto disco supone la confirmación del señor Lobo como uno de los valores musicales más adelantados de la actualidad, sin acercarse siquiera a la treintena.
“The Bachelor” se abre con la llamada a las armas que es “Kriespiel” (realmente el disco iba a llamarse hasta el último momento “Battle”) enlazando a la perfección con “Hard Times” (la canción anticrisis de Wolf que nació en las sesiones de “The Magic Position”). Un espídico canto de revolución que reúne la totalidad de lugares comunes de su música: una adictiva línea melódica de violín, interpretación épica y un potente estribillo. El hombre orquesta se ha dado un descanso y ahora está más preocupado en la interpretación y la voz, cosa que hace mejor que nunca. Como muestra, “Oblivion”. Este falso hermano musical de “The Childcatcher”, cuenta con la colaboración de la oscarizada actriz Tilda Swinton, llegando a convertirse en la pieza de mayor calidad del disco y una verdadera adicción. Llega el tiempo del guiño folk con el tema que da título al disco, aguardándonos una grata sorpresa: la desgarrada y ambigua voz de Eliza Carthy dota al tema de Wolf de una elegancia increíble. “Who Will?”, “Blackdown”, “The Sun Is Often Out”, “Theseus” y “Thickets” son una clara lección de cómo hacer algo emotivo sin caer en bodrios sentimentaloides. El único patinazo del disco se puede escuchar en la ruidista “Battle”, pero todo se endereza con la sorprendente pieza “The Messenger”, que recoge el testigo de la luminosa nana “The Stars” de su anterior disco. El genio ha vuelto (para quedarse, ya que el próximo año nos llegará “The Conqueror”, la segunda parte y reverso luminoso de este “The Bachelor”).