Por lo general, cuando le preguntamos a cualquier músico cuáles fueron sus motivaciones para comenzar a hacer canciones, la mayoría, de alguna u otra manera, respondería “porque tenía algo que decir”. La historia de Mathangi Arulpragasam, por todos nosotros conocida como M.I.A., no es tan distinta a esta afirmación, ya que basta con revisar su videografía para darnos cuenta de que el mensaje es de lo más político, pero en clave pop, algo desconcertante para muchos.
Los problemas de Mathangi comienzan a tomar forma cuando nos damos cuenta de que es una mujer inmigrante quien nos cuenta que, en un país tan lejano como Sri Lanka, se está llevando a cabo una matanza similar al peor de los genocidios de nuestra historia, y peor aún, ella, la persona que lo está denunciando, es alguien de altos recursos económicos gracias a todo lo que su propio talento la ha hecho recaudar. ¿Se puede entonces confiar en alguien así? ¿Debemos minimizar la opinión de alguien con esas macabras características?
Matangi / Maya / M.I.A. recoge todos y cada uno de los aspectos de la búsqueda personal de la artista para usar sus canciones como arma política, ya que nadie en su sano juicio se podría quedar de brazos cruzados al saber que están ocurriendo injusticias que superan con creces lo permitido por cualquier sociedad racional en tu propia tierra, y qué mejor manera de hacerlo, que a través del motor que te mueve todos los días para seguir adelante: la música.
El documental también recoge los primeros años de M.I.A., su relación sentimental y artística con Diplo, contar la historia de cómo fue que una inmigrante de Sri Lanka logró incomodar a toda una sociedad conservadora como la estadounidense, ya sea con sus letras, sus videoclips, o un gesto tan absurdo como levantar el medio del medio en el Super Bowl de 2012, pero por sobre todo, hacernos entender que lo importante es, al final del día, mantener los ideales que te movieron a tomar la decisión de tu vida a través de los años.
Para Mathangi hubiese sido muy fácil haber seguido las reglas del establishment y hablar poco, pasar por “la chica tonta del pop” y que su discurso se centre en cómo logró que su outfit combinara con sus zapatos. Pero no, no lo hizo. Decidió tomar el camino difícil y mantener una postura política en todos los ámbitos de su carrera artística, sabiendo que, quizás, no logrará que el conflicto en su país de origen acabe de una buena vez, pero por último algo podrá haber hecho al respecto.
A final de cuentas, volvemos a la típica pregunta sobre el objetivo principal del arte: ¿cuál es la misión de esa disciplina, sino incomodar al espectador y hacerlo pensar un poco? M.I.A. lo sabe -tal vez demasiado- bien y es justamente eso lo que ha hecho durante todos estos años. Posiblemente, ahora la comencemos a tomar un poco más en serio.