Que el MGMT del 2013 no nos confunda: la banda de Andrew y Benjamin es una de las más destacables de su camada, generación confundida que entre destellos lisérgicos y pop de club, logró brillar por sobre el remix housero de ‘Kids’. Casi.
Lo de MGMT es de noche, situación al debe en su pasada por el Lollapalooza hace un par de años. Ahora tuvimos esas visuales cautivantes y a una agrupación mucho menos sonsa en cuanto a despliegue y sonido. Si en el pasado VanWyngardenn se las pasaba tonteando con pañuelos en el pelo y bailes dignos del ácido, ahora lo vimos concentrado, más preocupado por afinar que de montarse una falsi-fiesta de a cuatro sobre un escenario enorme como si fuese el animador de Tomorrowland.
Parece que alguien logró abrazar lo mejor de su creación, tal como lo demuestran en su último disco titulado Little Dark Age, uno de los que sin duda van a destacar entre las mejores publicaciones del 2018. Sonido en punto y un proyecto que puede pasear por la liviandad de ‘Time To Pretend’, al mismo ritmo que la más reciente apuesta en formato hit, titulada ‘Me and Michael’. La banda abrió ese pequeño trazo de oscuridad que necesitaba para transformarse en algo más que la anécdota de MTV.
Pero también, harta luz para quedarse pegadx, y un regalito especial: ‘Siberian Breaks’ haciendo el repaso por las últimas décadas del pop rock como si nada; demostración empírica del por qué vimos desfilar tantos intentos de protos MGMT en la última década. No necesitamos otro MGMT porque ya los tenemos, y lo que se está cocinando pinta brillante: no dudamos de la experimentación en la que se sumergen y podemos mirar al Congratulations y/o al Oracular Spectacular con la perspectiva del tiempo, entendiendo que estuvo bien.
MGMT, envejeciste bien, tan bien que agradecemos que, realmente, hayas envejecido, a diferencia de un grueso del público que se ha acercado a ellos en los dos festivales que los han tenido en nuestro país, fechas en las que se repite el patrón: conversadores alcoholizados aburridos mientras esperan ‘Kids’, arruinando confidencias como ‘Weekend Wars’.
Y si la misma agrupación ya superó el chicle ¿qué estamos esperando, nosotros, la audiencia para, al menos, callarnos durante el resto de las canciones? Hagámonos un favor, aprendamos de MGMT. Dejemos el salto sonso atrás y démosle paso a la concentración que se requiere para apreciar a un proyecto que no olvidó la lúdico-sicodelia pero que abrazó el hecho de no tener 21. Ningún ácido dura para siempre, las lecciones de él probablemente sí. Y justo después de ese viaje parte la pequeña época oscura, la que nos separa de ser un zorrón.