Desde hace años que el revival de los ochentas está entre nosotros. Sigue aquí, en todos lados. En la ropa, las zapatillas, los cortes de pelo y accesorios. Musicalmente, ni hablar: aún se pueden encontrar referencias en centenares de discos, desde pequeños guiños a obras completas que podrían haber sido editadas sin problemas tres décadas antes. El detalle fundamental es, y siempre será, si esas inspiraciones se toman como modelos a seguir (o copiar), o bien como el punto de partida para conseguir algo propio.
Metronomy es una banda que inevitablemente ha sido y seguirá siendo analizada bajo ese prisma, desde su look a los detalles sonoros que inundan cada rincón de su último álbum, “The English Riviera”. Un trabajo que los ha puesto en un nuevo y justificado nivel de exposición. Atrás han quedado los días en que éste era el proyecto en solitario de Joseph Mount y esas primeras canciones ondeaban la bandera del pop lo-fi, así como esa época en que, ya como trío, eran endilgados con la etiqueta de nu-rave. Tras la partida de Gabriel Stebbing, uno de los fundadores de esta agrupación, Mount optó por tomarse tres años para su siguiente entrega. Y basta con una oída para comprobar que ésta fue una decisión acertada.
Ahora como cuarteto, el resultado de sus esfuerzos es un disco maduro, pletórico en pop elegante con aroma británico, que tiene en ‘The Look’ y ‘The Bay’ dos singles inmediatos e irresistibles. Pero que, además -y aquí está uno de sus mayores logros-, se deja escuchar con adictiva facilidad de principio a fin, con Prince y David Bowie como padres espirituales. Los títulos y las letras son homenajes a su tierra natal (Totnes, Devon) vestidos con melodías y líneas de bajo que pueden sonar en cualquier pista del mundo. Acá no hay copias ni remedos de sonidos de antaño, y todos esos guiños innegables resultan ser herramientas bien utilizadas para conseguir uno de los mejores discos de baile del 2011. Uno que puede evocar a otros nombres, pero que siempre suena a Metronomy.