Mientras Mac DeMarco hacía una fogata en el escenario Itaú, en el de VTR se vivía una espera ansiosa. Metronomy había tocado en el Teatro Italia en 2014 y en Industria Cultural en 2011, lo del domingo en uno de los escenarios más grandes de Lollapalooza olía a consagración en el país.
Lamentablemente, la realidad se terminó imponiendo. La fanaticada de Metronomy no logró prender del todo, haciendo que una de las presentaciones más destacadas de este pasado Lollapalooza se viera casi que como una del montón. Tampoco ayudó que las pantallas solo mostraran a Joseph Mount durante casi todo el concierto. Probablemente con un juego mejor de cámaras la gente habría podido ver lo comprometida que estaba Anna Prior con la ejecución de la batería y los coros, o los entretenidos pasos de baile de los tecladistas.
En cambio solo pudieron ver al Joseph, con un pelo chascón con rulos y una barba de días. A pesar de todo, Metronomy borra la frontera entre la directa idea de “ser robots” -como Kraftwerk- y la humanidad intrínseca en ellos, que dicho sea de paso, es una humanidad muy inglesa. Si fueran robots serían de esos que casi no los puedes identificar solo con la vista, y además serían unos que se leyeron el manual de carreño completo, porque a pesar de desatar baile, palabras de buena crianza nunca dejaron salir de la boca de Mount.
Con un fondo blanco, y los integrantes de la banda vestidos con una paleta acorde -a excepción del bajista Olugbenga Adelekan que parece que no recibió el fax-, Metronomy dio clases de disco-funk sin dejar de ser unos ingleses bien portados. Con una ejecución musical que rozaba la perfección, Metronomy fue uno de los shows más entretenidos del fin de semana.
Más allá de las coreadas ‘The Bay’, ‘The Look’ o ‘Reservoir’, el único problema de toda esta maravilla bailable que se vivió fue, como ya dije, el público que no pudo despertar ante lo que les estaba mostrando Metronomy. Quizás cerrando un escenario más pequeño les hubiera ido mejor, pero nada de esto significa que fue un mal show. Es más, debe ser de los más sólidos del festival, pero a veces, cuando el público no está de tu lado no hay mucho que hacer.
Al menos se podía ver que la gente que conocía los temas los disfrutaron con todas las ganas, mientras que los que no conocían nada, ya tienen una banda más para llegar a Googlear, y quién sabe, quizás nos reunamos todos de nuevo en la siguiente venida a Chile del grupo. O al menos eso espero.