Entre el cambio de tornamesas y ajustes técnicos, solo quince minutos separaron el final de la presentación de Tchami con el inicio del fenómeno mundial Marshmello. Pero ese cuarto de hora fue de lo más delirante y fiel reflejo del microcosmos que se vive dentro del Movistar Arena, un mundo que maneja sus propios códigos y la más íntima visión de disfrutar un espectáculo electrónico.
Todo comenzó con un Arena repleto a más no poder: un mar de gente en cancha, plateas altas y bajas a toda capacidad, incluyendo pasillos y hasta en tribuna -el sector más alto del recinto- habían fanáticos. Esto sumado a los miles que recorrían por fuera que buscaban el espacio más mínimo para colarse, además del público que se quedó esperando poder entrar, ya que el acceso norte estaba cerrado.
Estar dentro era como entrar a una selva, se percibían olores y la humedad era latente, los chicos solo querían divertirse. A modo de previa realizaban cánticos al ritmo de ‘Seven Nation Army’, la respuesta electrónica a los clásicos “olé, olé, olé” que bajaban en la explanada del Parque. Luego vino el turno de los “viva Chile”, cada vez que la pantalla arrojaba alguna visual, preparando los último detalles para el dj y los más osados se lanzaban de platea baja hasta la cancha. Para quien no está sumergido en este mundillo, pueden resultar un poco extrañas estas conductas (sobre todo en la especie de “mosh” que realizan, ¿por qué hacen eso?), pero la guinda de la torta vino de la mano con el Himno Nacional. Sí, toda la cancha se puso a entonar el himno, a pito de nada, en una de las postales más surrealistas de todo el festival.
Tras esos quince minutos de locura, el incógnito dj y productor musical apareció sobre el escenario dando cuenta del éxito que arrastra entre los fanáticos nacionales que hacían honores a su look, con cascos y ropa blanca, al más puro estilo Deadmau5. Fue una verdadera fiesta que se extendió en un poco más de una hora, en donde repasó hits de su factura como ‘Alone’, ‘Find Me’ o ‘Know Me’, además de samplear éxitos como ‘Heads Will Roll’, ‘Ride’ de Twenty One Pilots, ‘Otherside’ de los Red Hot, pero cuando sonó el clásico de The White Stripes, el caballito de batalla de los chicos tecno, todo se transformó rápidamente en un caldera.
En su segunda visita, Marshmello se ganó con creces al público nacional, por lo que no resultaría descabellado verlo en algún cartel de festivales electrónicos y aunque resulte ser un mero producto plástico al que no se le puede dar una mayor profundidad de estudio, las ganas de bailar y pasarlo bien son llevadas al extremo, llevando a cabo con éxito su misión.