Si la letra y música de “Siamese Dream” consistía en una catarsis sónica de Billy Corgan, “Mellon Collie and the Infinite Sadness” se corona como un desgarro en sí mismo. A pesar de ser esta una etiqueta, quizás, demasiado liviana para calificar al álbum, las 28 canciones que componen el disco se levantan en dimensiones independientes, siempre partiendo de esa base de amargura o descontento, plasmada en la diversidad de sonidos presentes en la obra.
Lanzado a finales del año ’95, el primer single fue ‘Bullet With Butterfly Wings’, dueño de unos coros de potencia abrasiva y demoledora. ‘1979’ se configuró como el segundo sencillo, resaltando por ser un corte vaporoso y de arreglos más luminosos, ganándose el rótulo indiscutible de himno generacional.
Este elepé, sin duda, corresponde a un acabado trabajo conceptual, definido por el frontman como el “The Wall de la Generación X”. Un fino acercamiento al art rock por parte de Corgan, quien construye un relato que permite la identificación con el rechazo al cumplimiento de las normas establecidas, con esa angustia que otorga el hecho de sentirse ajeno al contexto. Ese sentimiento que algunos definen como adolescencia y que, en efecto, esta verdadera obra dramática devela.
Habiendo ganado reconocimiento por el excelente resultado de una misión ambiciosa, The Smashing Pumpkins prueban que pueden llevar su sonido a otros niveles de experimentación. Sientan precedentes de lo que será “Adore”, una nueva configuración sonora, que suma elementos electrónicos a la Santísima Trinidad del bajo-guitarra-batería, otorgándole a las composiciones una oscuridad y elegancia admirable.