“En el fondo, estamos proponiendo algo y lo estamos entregando. Ahí hay una especie de comunión entre nosotros y el público. Cuando funciona, funciona súper bien y hay letras, pero mucho menos que en Pánico. Hay largos momentos instrumentales, los temas se van mezclando los unos con los otros, entonces todo va siguiéndose como en un DJ Set, entonces el efecto que produce en la gente es muy distinto”, decía Eduardo Henríquez en esta entrevista entregada a EMOL, donde trataba de explicar junto a Caroline Chaspoul la nueva-no-tan-nueva propuesta que les servía de excusa para viajar de Francia -su lugar de residencia- a Chile, el país que los vio nacer con otra banda, con otras canciones y con otro proyecto.
La pareja, que se hizo conocida por ser parte de la ya legendaria banda Panico (sin tilde, como en sus portadas), no solo dio esa entrevista (autobombo). La estrategia era buena, días antes de su llegada, se publicaron varias notas y entrevistas, las que –en su mayoría- comienzan hablando de lo que fue Panico, su banda madre, para luego pasar a conversar sobre Nova Materia.
Comenzaban hablando Edi Pistolas y Carolina 3 Estrellas, terminaban hablando Caroline Chaspoul y Eduardo Henríquez.
Ahí es donde se pone interesante. Estos nuevos personajes que se descubren a mitad de las entrevistas hablan de una cosa nueva, un poco etérea, que busca el trance, que ya desde su disposición en el escenario es diferente a su anterior banda, a pesar de que dicen tener cosas del último Panico –desde Subliminal Kill (2006) hasta Resonancia (2012), me imagino que están hablando-. También dicen no poder escapar de la sombra que proyecta Panico en Chile. Que en Europa, el público que los va a ver comúnmente no sabe qué es Panico, pero que están absolutamente claros que acá muchos los quieren ver por lo que hicieron con su antigua banda.
Si uno se basa en los prejuicios, se podría decir que lo del pasado sábado 18 de marzo en la Blondie tuvo harto de eso. La mayoría de la gente que asistió de espectador se veía descubriendo lo que era Nova Materia – si es que no estaban ahí por casualidad, como se vio a otro tanto-, la propuesta que le hacían la misma pareja que años atrás cantaban sobre cómo querían comprar un perrito en el hipermercado, sacaban EPs con Bruce Lee en la portada o tocaban con los Fiskales Ad-Hoc por solo dos lucas (“¿cuánto? ¡Dos lucas!”).
Lo primero que notaba el espectador que fue a verlos por primera vez (y que no buscó en Youtube sus videos en vivo) es la disposición de la banda y sus instrumentos, que más que instrumentos eran pensadas estaciones de trabajo. Estaciones a las que ojalá alguien les haya tomado una foto aérea, porque desde el público no se alcanzaba a apreciar todos los juguetes que tenía cada uno en escena.
Pero el momento de epifanía llegaba más adelante, en otras situaciones. Por ejemplo, cuando las pantallas comienzan a lanzar destellos blancos entrecortados con un fondo negro, rayos directo al ojo, como alguien del público dijo. Ahí es cuando uno se da cuenta de lo que esta pareja estaba tramando: quieren quebrar a la masa que los ve. Nova Materia quiere vencer los prejuicios que ellos mismos impusieron en el público que los ve en la Blondie, esperando que cantaran sobre su primer ácido. Quizás no todos, pero varios de los que los vimos caímos en el juego.
Si bien la Blondie no estaba llena, el público que había fue suficiente para hacer notar el cambio entre una audiencia que miraba desconfiada e insegura a una mucho más prendida, un cúmulo de gente bailarina, cada uno a su ritmo. Las canciones cambiaban con intervalos que buscaban darle continuidad al show, y las luces no ayudaban a la gente a quedar menos pegada en lo que estaba pasando sobre el escenario. Si bien costó al comienzo, el trance que Nova Materia prometía por los medios se logró a cabalidad, con gente que hasta chiflaba al ritmo de los beats y con un Edi -o Eduardo o lo que sea- buscando frenéticamente donde dejar las baquetas que tenía en la mano para poder usar los sintetizadores (la boca, el bolsillo de atrás, encima de los instrumentos, todo vale). Lo importante era que la energía no decayera al menos que fuera culpa de un break de la canción.
Si bien Nova Materia entró entre aplausos, los mismos se perdieron entre los primeros beats, las caras de incredulidad y los borrachos bailarines. A la pareja le tomó tiempo ganarse al público, siendo el momento de mayor catarsis cuando Carolina –o Caroline- en su estación de trabajo, demostraba su versatilidad, ya fuera golpeando metales, guitarras o los diferentes platillos que tenía a su disposición.
La tónica de la noche fue la de una energía que aumentaba a cada canción. Nova Materia se fue más aplaudido de lo que entró, porque apostaron a ganador al no renegar de su pasado conocido acá en el tercer mundo, pero entregando algo diferente a lo que la gente esperaba. No será Panico, pero no por eso son malos como dicen algunos. Es más, salieron del casino con más plata de la que entraron, el público salió con vinilos en la mano y con ritmo en los pies. Todos ganan. Win-win. Se lo propusieron y la hicieron. Panico es nuestro ex, con quien la pasamos la zorra, pero no por eso vamos a dejar de pasarla bien con bandas nuevas como Nova Materia, más si lo nuevo nos hace olvidar a ese maldito que se fue a Francia y luego nos abandonó. Porque como dice el Big Boss: por el ex no se llora, uno lo reemplaza.