Parece broma, pero los King Gizzard & the Lizard Wizard acaban de sacar el segundo disco de este año 2019: Infest the Rats’ Nest. Si bien las letras y la música de su anterior trabajo Fishing for Fishies son notoriamente diferentes, al final los dos hablan de los problemas medioambientales que enfrenta el mundo y nuestra sociedad actualmente. Ahora, mientras Fishing lo hacía desde un lugar mucho más digerible (y hasta bonito), en este disco se fumaron algo muy fuerte y decidieron entregar un maldito álbum de thrash metal… Algo un poco arriesgado considerando que es pleno 2019 y que esto puede minar su estatus de banda relativamente famosa.
No solo eso, sino que además de rescatar esta rama del metal que estaba perdida para el mainstream más o menos desde finales de los 80, los cabros de King Gizzard decidieron que este fuera un disco conceptual en el que contarían una historia interespacial, ecológica y distópico-marxista. Suena muy soberbio, pero a ver, voy a intentar aterrizar un poco el concepto: la primera mitad del disco habla del estado del planeta y de la decadencia en la que ha caído la humanidad, haciendo que los ricos se vayan a colonizar Marte y los pobres se queden en la tierra. La segunda mitad habla de cómo la gente que quedó en la tierra trata de colonizar Venus, en un intento desesperado por salvar sus vidas. ¿Les dan lo mismo los spoilers? Porque la canción ‘Self-Immolate’ es bastante explícita sobre cómo termina ese viaje a Venus.
Musicalmente se nota que los King Gizzard no están reinventando la rueda. Saben que su disco es un homenaje al género y no quieren que sea nada más ni nada menos que eso. El comienzo con ‘Planet B’ es casi plagio a los más clásicos Slayer. Las voces recuerdan al James Hetfield de los primeros discos de Metallica, antes de la barba de chivo y el polo corto. El puente de ‘Organ Farmer’ tiene lo mejor de los primeros discos de Megadeth y hay momentos en que uno no puede dejar de recordar a Lemmy y las alineaciones más rápidas de Motörhead o a los Kreator en sus mejores discos.
Por lo mismo, para un fanático del género puede parecer que el disco no entrega nada nuevo, pero que una banda que ya se ha ganado una buena cantidad de seguidores demuestre a generaciones nuevas el thrash más clásico no deja de ser interesante.
King Gizzard & The Lizard Wizard son reconocidos por ser una banda de siete tipos sobre el escenario (eso incluye tres guitarras y dos baterías en sus shows en vivo), pero este disco, por diferencias en los calendarios de los miembros, sólo fue grabado por tres de ellos: el vocalista y guitarrista Stu Mackenzie, el guitarrista Joey Walker y el batero Michael Cavanagh, entre los primeros dos se dividieron las labores de guitarra y bajo. A pesar de eso, el disco no suena vacío, todo gracias a la forma que le dieron a las canciones estos tres.
Pero, lamentablemente, no todo podía ser bueno. Si bien el sonido de la mezcla es más limpio de lo que uno esperaría para un disco de thrash, esto no se ve reflejado en el doble bombo, que por momentos se pierde a pesar de ser una de las cosas más entretenidas del disco. Otro de los problemas del disco es su final con ‘Hell’, que si bien da pistas de que ese “infestar el nido de ratas” significa ir a Marte a matar a los más acomodados, nunca lo termina de dejar claro, haciendo que el final perfecto que uno se imaginaba (revolución espacial) quede en un simple “quizás”.
Fuera de eso, no hay muchas más cosas malas que decir (al menos, claro, que no te gusta el thrash). El disco hasta se da el lujo de pasear por diversos tipos de thrash con temas como ‘Mars for the Rich’ que es más rockero, ‘Superbug’ más calmado y ‘Perihelion’ que tiene el coro más melódico de todo el disco, muy a la Helloween.
Mejores momentos: ‘Planet B’, ‘Organ Farmer’, ‘Perihelion’ y ‘Self-Immolate’.
Resumiendo: Una ópera thrasher-espacial con la lucha de clases como contexto (igual que todo en la vida). Excelente para cortar cabezas de cuicos y para hacerse el malulo.
Nota: 8/10