Hace un mes, Khalid cumplió veinte años. Aún no tiene la mayoría de edad que en Estados Unidos se exige para entrar a ciertos clubes o beber alcohol. A los 18, alcanzó el segundo lugar en Billboard Twitter Emerging Artists por ‘Location’, el penúltimo single que escuchamos en su presentación del domingo, tercer día de Lollapalooza Chile 2018.
Las canciones de Khalid son completamente producto de su tiempo y de su contexto. Es un adolescente que habla de sus experiencias, de sus amigos y sobre cómo ve el mundo. Así como habla de Trump, también un día comenta en Twitter lo mal que se siente, sobre su ansiedad o la importancia de tratar las enfermedades mentales.
Khalid es tan de su tiempo, que este espacio dedicado a hablar de aquellos temas y lograr una conexión con su público que va más allá del gusto de las canciones, es algo que se repite en otros artistas que se dirigen como producto al mercado adolescente: Imagine Dragons, Zara Larsson, Camila Cabello y más. Es la reconfiguración del ídolo entregada por las arrobas en aplicaciones móviles y los corazones en las fotos.
Todo ese aquí y ahora presente en su actuar, lo traspasa a la música y viceversa. ‘1-800-273-8255’ es una canción en la que comparte créditos con Alessia Cara y Logic. El número no es más que el teléfono de la línea Nacional de Prevención del Suicidio estadounidense y en octubre del 2017 Teen Vogue informaba que ese tema había aumentado increíblemente las consultas.
Y así, con toda esta información, veíamos a Khalid mientras atardecía, entrando al escenario con dos porristas que llevaban un “American Teen” escrito en el pecho, el mismo nombre de su disco debut, y una bandera de Estados Unidos moviéndose en las visuales. Un nacionalismo distinto, desde el prisma de alguien nacido en 1998, tres años antes del ataque a las Torres Gemelas. Alguien que creció con el terror instaurado desde las propias comunicaciones del gobierno. Alguien que creció, además, con una madre trabajando en el ejército de Estados Unidos.
Con todo esto, a pesar de lo moderno que podría resultar Khalid, en su propuesta hay mucho de tradición. Está presente el revival del R&B y también se acerca a otros géneros como el pop, el electro, el hip hop y toda la mezcla posible de estos. Pero cuando gira hacia las baladas y uno piensa que podría estar frente a un Leon Bridges que remueve tripas, no alcanza a hacerlo. Cuando comienza el baile, ese hit, su hit, no resulta ser tan hit. Ese baile, su baile, no resulta ser tan bueno. No es The Weeknd. Y uno termina volviendo al disco, porque escucharlo así resulta una experiencia más enriquecedora que verlo en vivo.
Lo más interesante de su propuesta es que es cristalina, no confunde. Están todos los elementos dispuestos. Es un artista que muestra su lugar en el mundo de una manera directa. Sin adornos. Solo le falta crecer, en el amplio sentido de la palabra.
*Fotos: Karla Sánchez