El tiempo jamás pasa en vano. Este 2019, justo cuando la grabación de Vivo cumple dos décadas, el músico regresó a Lollapalooza como una de las grandes presentaciones, encargadas de empezar a despedir el festival. Con un Lotus totalmente repleto de músicos de Valparaíso y Brasil, el cantante hizo y deshizo con el tiempo, que a pesar de ser relativo deja huellas imborrables, para bien y para mal.
Como contra está lo evidente: tener 20 años más significa bailar bastante menos, no tener la capacidad respiratoria ni vocal de una persona de 25 o 30, preferir la invitación a los aplausos antes del corrido de una punta a otra del escenario. Pero ahí entra la buena. Las canciones de Joe Vasconcellos no son víctimas del paso de los años, más bien parecen ser alimentadas por una especie de mito colectivo que nos hace catalogarlas como clásicos de ceremonias que nos importan mucho, como el Año Nuevo; otra instancia para celebrar la relatividad. Niños y niñas, de colegio y universidad, reunidxs cantando ‘Mágico’ aún cuando tenían 2 o 3 años cuando se grabó el vivo. El paso del tiempo alimentó al personaje, al relato.
Completamente de blanco, Vasconcellos no se guardó ningún hit. ‘Las Seis’, un ya recontra conocido cover a Lucho Barrios, ‘Sólo por esta noche’, ‘Ciudad Traicionera’, ‘Huellas’, e ‘Hijo del Sol Luminoso’. El tiempo es relativo pero la vida de las canciones también, porque mientras en los escenarios vecinos sonaron éxitos con no más de un año de existencia -que seguramente quedarán en categoría de anécdotas en lugar de clásicos-, en este pequeño rincón abandonado del parque, Joe le dio más vuelito a esas canciones que parecen imposibles de borrarse de nuestro inconsciente, tengamos 10 o 50 años.
Hay cosas que son relativas; lo bueno, lo malo, el hace cuánto y el hasta dónde. El pasado domingo 31 de marzo, Joe Vasconcellos estuvo lejos de ser relativo, fue absoluto en y con su historia, que de paso es un pedazo de la nuestra.
*Fotos: Claudia Valenzuela/ LollapaloozaCL