Lamentablemente, esta no es la primera vez que un documental sobre una gran banda genera altas expectativas y termina decepcionando un poco por su resultado final. Y es que muchas veces estas películas nacen como un proyecto de pasión de fans, y por lo mismo, pierden de vista que no todo el mundo es un entusiasta de la banda.
Freakscene – The Story of Dinosaur Jr., comete errores como asumir que los espectadores ya conocen a J. Mascis (vocalista, guitarrista), Lou Barlow (bajista) y Murph (baterista), y no se da el tiempo para presentarlos ni siquiera al poner sus nombres bajo sus caras cuando están hablando frente a la cámara. Y es solo un ejemplo de lo que produce perder de vista que el público no necesariamente está lleno de fans conocedores.
Pero por otra parte, el documental tiene el afán de contar toda la historia de la banda, desde el comienzo hasta el presente, sin omitir las conocidas peleas y rencillas entre sus integrantes. Esta es una de las fortalezas de la película, ya que en otros documentales musicales se saltan olímpicamente las partes más complicadas de la relación entre artistas para centrarse en la tarea de mitificar a las figuras que quiere retratar; como por ejemplo lo que hacen en Oasis: Supersonic, de 2016.
Es por esto que podría decirse que Freakscene es un documental que está hecho por y para fans, lo que representa tanto su mejor virtud como su peor error. Personalmente, como fanático de Dinosaur Jr., pude disfrutar de muchos momentos de la cinta, pero todo el tiempo pensaba que las historias no estaban bien cerradas, y que si no me las supiera de antes quizás no tendría el mismo impacto.
Además, la carrera de la banda es contada de forma lineal, usando cada disco como un ancla al año en que fue lanzado, permitiendo llevar la narrativa; pero cuando se sale de esos lugares es cuando mejor funciona, ya que produce momentos genuinamente memorables y honestos, como cuando Lou Barlow habla de sus sentimientos contra J. Mascis; cuando Frank Black trata de explicar con onomatopeyas el sentimiento de ver a Dinosaur Jr en vivo; o hasta esa emotiva respuesta de Murph conversando de sus adicciones y de volver a casa después de las giras.
Por otro lado no se puede evitar nombrar el que es, básicamente, el mejor momento de claridad en la película y que explica la relación entre los miembros de la banda: Cuando Kim Gordon, de Sonic Youth, dice que los hombres a través de una banda de rock pueden lograr hacer vínculos con otros hombres, pero eso no significa que se aprendan a comunicar entre ellos. Posiblemente, el documental podría haber sido mucho más interesante y abierto, si hubiera tomado una aproximación como esa, en vez de la búsqueda ciega de mitificar una banda que ya es legendaria, y es tan solo es cosa de ver la gran cantidad de nombres que participan en el Frakscene para tener claro que realmente es muy legendaria.
Al final, este documental no es tan malo como pudo haber resultado, pero sí queda claro que tampoco es lo mejor que se pudo hacer con la historia de tres compañeros de banda que literalmente cambiaron la forma de ver el indie rock en Estados Unidos y luego en el mundo. ¿El veredicto? Recomendada para los fans y los curiosos que tengan un amigo que les pueda ir explicando los puntos que la cinta da por sentado.