Es posible que a todos nos haya pasado alguna vez: logramos encontrar nuestro lugar en el mundo, todo está saliendo increíblemente bien y conseguimos, por unos instantes, ser realmente felices. Muchas veces no nos damos cuenta de que lo somos, sino que lo notamos cuando miramos hacia atrás, pero de un momento a otro, todo se va a la basura. Más o menos así podemos resumir la historia que nos cuenta Pablo Solís en Bon Voyage: mi vida junto a Holden, documental que cuenta la experiencia de Armelle Pioline, vocalista de la banda francesa, todos sus periplos con el grupo en sus giras a lo largo y ancho de Chile (y ciertamente, también del mundo).
Los registros fueron tomados por Solís durante el año 2007, en plena gira de los franceses por nuestro país. En la ocasión, pudieron recorrer ciudades como Talca, Valdivia, Valparaíso y Santiago, grabando todo lo que ocurría en, según los propios chicos de Holden, uno de los tours más importantes para ellos en toda su carrera.
Armelle Pioline y Dominique “Mocke” Dépret formaron un dúo bastante prolífico en términos musicales a finales de los años noventa, lo cual dio paso a una relación sentimental que se extendió durante más de diez años. Con el paso del tiempo, incorporaron a Pierre-Jean Grappin como baterista de este proyecto, y su colaboración en términos compositivos le dio al grupo el sonido característico que todos conocemos. Sin embargo, cuando la pareja se separó y el percusionista falleció producto de una enfermedad, las cosas comenzaron a desmoronarse rápidamente.
Atrás quedaban los días de giras por el mundo mostrando sus canciones, la camaradería y los procesos creativos detrás de sus composiciones. Cada uno de los integrantes emprendió su propia marcha y el sueño quedaba atrás, tal como nos ha ocurrido a todos en algún punto de nuestras vidas, en donde todo está saliendo relativamente bien, hasta que las cosas comienzan a salir relativamente mal y todo se va al carajo.
El relato nos cuenta el fin de Holden, pero también las cosas que siguieron a estos hechos. El volver a adaptarse a una vida “normal”, con todas las restricciones económicas que esto incluye, y ciertamente, el hecho de abandonar a tus amigos, tu pareja, tus sueños y toda esperanza de seguir adelante con un proyecto que, con el tiempo, se transformó en el motivo principal por el cual nos despertábamos en la mañana con una sonrisa en los labios. Es una historia de amor, pero también de desamor. Es un relato feliz, que termina de la peor manera. Como la vida misma.
La cinta termina haciendo un llamado a comparar nuestra propia persona de hace diez años con la actual, llegando a la más que lógica conclusión de que, si hubiésemos contado con la sabiduría que tenemos hoy, posiblemente las cosas hubieran resultado mejor. O quizás no.