¿Cuánto pasa en el transcurso de cuatro años? Pensar en el 2019 no se siente tan lejano, aún cuando el mundo que habitamos y lo que somos ha evolucionado inevitablemente. Como todo buen ritual, el concierto de Harry Styles en Santiago estuvo cargado de simbolismos colectivos que amplifican los procesos personales de los años que han pasado.
‘Bohemian Rhapsody’ se encarga de dar inicio a este ritual. Las menores que la escucharon por internet, los padres que acompañan que la escucharon en casete. Una tradición conocida por las fans: si suena Queen es porque Harry viene después. ‘Music for a Sushi Restaurant’ abre los fuegos en el Estadio Bicentenario de La Florida y de ahí en adelante fue difícil parar la euforia juvenil que envuelve este esperado encuentro.
La canción que pertenece a su más reciente trabajo, Harry’s House, fue el golpe de realidad: el concierto que tenía sus tickets a la venta desde el 2019 partió con un sencillo que ni siquiera existía cuando la mayoría de los y las asistentes compraron su entrada. Gran parte del estadio esperaba este momento pero enmarcado en Fine Line, la segunda aplaudida placa del británico. Por eso cuando ‘Golden’ y ‘Adore You’ continuaron, se sintió como una segunda partida. La definitiva.
Así se fueron intercalando dos espacios temporales. Entre canciones de ambos discos y un vitoreo que no dejó de pedir canciones del disco del 2019, el show de Harry Styles recorrió cuatro años con una agilidad que sólo da la juventud. Del 2019 al 2022 sin chistar, sin dejar que la energía decayera en ningún momento.
Seguramente muchas cosas han pasado en la vida de quienes asistieron y en la del propio artista durante estos cuatro años. No se siente impostado cuando agradece por esperar todo este tiempo, logra dimensionar el tubo temporal que han soportado sus fans, pandemia y confinamiento incluidos en la ecuación.
Uno de los puntos altos del concierto llega hacia la mitad: ‘She’, de la misma placa del 2019, nos encuentra aclimatados y dispuestos para entregarnos a la comunión que exige el ritual. Con un solo protagonista, Mitch Rowland —guitarrista de la excelente banda— el estadio trasciende de la euforia inicial y se moldea para seguir con los recorridos temporales demostrando que si algo ha crecido en este limbo de cuatro años ha sido el músico.
El desplante es de un front que lleva trayecto de sobra, y sí que lo hace si es que consideramos sus años como parte de One Direction. Una cualidad que se ve exacerbada con la compañía de una prolija banda que recibe tantos aplausos como él.
Si en cancha y platea se ve el goce colectivo de organizar juegos de luces para tal o cual canción, levantar flores o llevar carteles enormes —porque como buen animador, Harry tiene la tradición de leerlos durante sus conciertos—, en escena la cosa no es tan distinta. Combinados y cohesionados, hombres y mujeres sobre la tarima (siendo más que el 50% del buen show que logra entregar el cantante).
El escenario venía acompañado por una pasarela, que no pudo ser ocupada debido a la cantidad de desmayos y aplastamientos en la reja. Incluso hubo que detener el espectáculo durante unos minutos para llamar a la tranquilidad de la eufórica masa. Un panorama que se ha constatado mediante redes sociales entre asistentes y espectadores de platea.
‘Treat People With Kindness’ es siempre uno de los puntos esperados de este concierto: el trencito que se hace atrás de la cancha es un clásico de internet que, por fin, las y los chilenos pudieron replicar, con coreografía extraída del video y todo. Imposible detener el subidón cuando se vuelve mashup junto a ‘What Makes You Beautiful’, canción emblema de la boy band. Y si de rituales que se respetan hablamos, el homenaje de la banda de Harry para Violeta Parra con ‘Gracias a la vida’ termina de hacer el checklist de infaltables.
El fin se sentía cerca cuando ya llevábamos más de una hora de concierto, no sin antes corear ‘Watermelon Sugar’, ‘Love of My Life’ y la acústica/homenaje a Christine McVie, ‘Songbird’, original de Fleetwood Mac. El cierre del concierto sirvió de repasada para la versatilidad del proyecto, tanto de Styles como de quienes le acompañan. ‘Sign of the Times’ es esa pieza épica que conmueve a arenas completas; ‘As It Was’ es el statement generacional, de frases virales que se gritan a todo pulmón; ‘Kiwi’, la más rockera de su disco debut homónimo, es un recordatorio de todo lo que se fue y nos trajo hasta aquí.
Es un placer ver a Harry Styles y su Love On Tour. Es un show correcto, entretenido, uno que deja con ganas de ver qué viene por delante. Tal como el grueso de los y las asistentes, queda mucha vida por delante. Los últimos cuatro años seguro que sucedieron en periodos definitorios de la adolescencia y la juventud para muchas de las personas que estuvieron en el Bicentenario de La Florida. Vimos a Harry pasar de la infancia a esta nueva adultez, donde se apropia de sus placeres, de sus discursos. Tal como lo hacen las personas en cancha con sus banderas y proyectos de fans.
Del 2019 al 2022 han pasado muchas cosas. Para Harry y su público, años fundamentales en la formación y desarrollo de la existencia y la identidad. No podemos esperar para ver hacia dónde va este ritual que es disfrutar de los años dorados, que como buena ceremonia, se alimenta y crece en grupo.
Fotos por Jaime Valenzuela.