Después de dos discos que pasaron sin pena ni gloria, la pregunta es la siguiente: ¿Puede la banda de Damon Albarn y Jamie Hewlett mantenerse vigente?
Desde enero que Gorillaz viene presentando su nueva idea: Song Machine, un proyecto que consiste en un puñado de singles y videos musicales que son presentados en clips como episodios, cada uno con invitados distintos. Una idea que suena excesivamente ambicioso para una “banda virtual” que ha estado en nuestras vidas por ya 20 años.
Si al comienzo de su carrera llamaban la atención con videos animados llenos de extraños, coloridos y excéntricos personajes, Gorillaz está en un momento en que después de dos discos que pasaron sin pena ni gloria (Humanz, 2017 y The Now Now, 2018) se ve la necesidad de hacer la siguiente pregunta: ¿Puede la banda de Damon Albarn y Jamie Hewlett mantenerse vigente?
Si bien el concepto Song Machine debe ser algo que ni siquiera Albarn tiene muy claro, si hay algo que es innegable: este es el mejor disco que han lanzado desde Plastic Beach, del 2010.
Song Machine tiene muchas aristas de las cuales se podría hablar, pero si nos enfocamos solo en la música, este álbum de nombre largo se defiende por sí solo, en especial si pensamos que juega varias cartas conocidas por los fans de la banda. Por ejemplo, a pesar de tener invitados en todas las canciones, estos no se roban la película, solo ayudan a elevar los temas.
Aceptando el riesgo que es traer la autorreferencia a la mesa, es importante recordar Humanz, un disco que planeaba ser “el soundtrack oficial para la fiesta del fin del mundo” y que por mucho tiempo defendí explicando que es mejor de lo que se le recordaba. Pero en 2020 es imposible seguir haciéndolo, porque esta “primera temporada” de Song Machine es todo lo que Humanz prometió pero no puedo entregar por su indulgencia y sus invitados que constantemente ponían el foco sobre ellos en vez de en las canciones. Con once temas, este nuevo álbum logra hacer mucho más de lo que Humanz logró con diecinueve.
Los fans de Gorillaz van a amar este disco, mientras que los que le perdieron la pista pueden verse reencantados por la banda animada: desde el dance-espacial de ‘Strange Timez’ con Robert Smith, pasando por ‘The Valley of the Pagans’, una canción donde Beck hace su ya clásico rapeo de man blanquito, recordando la mejores canciones de su época Midnite Vultures.
Ahora, si hablamos de los puntos bajos, no hay mucho de dónde elegir. Aunque los temas son muy diferentes entre sí, de alguna manera todo suena más cohesionado de lo esperado, aunque quizás se podría haber cambiado la olvidable ‘Dead Butterflies’ por ‘MLS’, una de las canciones descartadas del disco y que cuenta con JPEGMafia y CHAI. Y solo por buscarle la quinta pata al gato, uno puede decir que St. Vincent podría haber tenido más injerencia en su tema, ‘Chalk Tablet Towers’, que aunque es excelente, no le habría hecho daño tener algún verso solo para la cantante o por último alguno de sus distintivos solos de guitarra.
Por otro lado, si hablamos de temazos, no se puede dejar de mencionar ‘The Pink Phantom’ con su cruce entre un reflexivo y contemplativo Elton John con los versos más directos y saturados de autotune de 6lack. Tampoco se puede obviar ‘Friday 13th’ con la voz de Octavian y su sonido lleno de resaca y melancolía narcótica. Por último, el que fácilmente está entre los mejores singles del 2020: ‘Aries’, una canción que con los beats de Georgia y el bajo de Peter Hook, podría fácilmente estar en el Low Life de New Order y no desentonar.
Como conclusión: Ni Albarn tiene claro el concepto de este álbum, pero que bueno que lo lanzó igual, porque desde hace tiempo que Gorillaz no sacaba temazos como algunos de los que hay aquí ¿Pueden mantenerse vigentes? Creo que es seguro decir que sí.