En unas declaraciones, antes de ingresar al estudio de grabación, Dave Grohl afirmó que esta placa sería la que arrastraría a Foo Fighters a su crudo y rabioso sonido primigenio. Con esto, las expectativas subieron como espuma y el apetito del mundo musical hizo sentir su ansiedad por escuchar lo nuevo que tramaban los norteamericanos.
Con el fin de hacer aún más sostenible las palabras de Grohl, se sucedieron varias acciones. Anunciaron la reintegración permanente de Pat Smear, quien había estado en un primer período al mando de las seis cuerdas y -tras su alejamiento en 1997- se había vuelto un colaborador de Foo Fighters en vivo. Con esto, la dotación de guitarristas se elevó a tres, lo que cimentaría parte del deseo de su líder en alcanzar la densidad musical que buscaba para este elepé.
Asistido por Butch Vig (Garbage) en la producción, “Wasting Light” es ciento por ciento Foo Fighters. No existen sorpresivos cambios de dirección en las canciones, como las percibidas en “In Your Honor” (2005), la quintaesencia de la banda vive en cada track. La poderosa partida entre ‘Bridge Burning’, ‘Rope’ y ‘Dear Rosemary’ sirve de suculenta entrada para ‘White Limo’, un filoso duelo de guitarras entre Smear y Chris Shifflett, donde Grohl exige a su garganta como en los viejos tiempos, traduciéndose en la viva réplica del sonido que el quinteto buscaba plasmar en este largaduración.
La búsqueda de un agresivo y oscuro registro, que acercara a la banda a los decibeles que mostraron en su debut de 1995, donde las reminiscencias grunge eran marcadas, no sólo se remitió a contar con la presencia de Vig –quien produjo el seminal “Nevermind”, de Nirvana- en la consola, sino que un viejo camarada de aquellos tiempos prestó su ayuda: Krist Novoselic. El ex integrante del trío de Seattle toca el bajo y el acordeón en la épica ‘I Should Have Known’.
“Wasting Light” puede ser considerado una regresión. No para retomar glorias pasadas. Está claro que hoy por hoy Foo Fighters goza de un escenario más que auspicioso. Las intenciones del quinteto estaban claras: volver a sus orígenes para demostrarse a sí mismos cuánto han progresado, aprendido y cambiado. Por eso, este opus jamás sonará todo lo crudo, urgente y ansioso que era su debut homónimo. “Wasting Light” tiene filo y poder. Es un portentoso acorazado dirigido con prestancia, algo que sólo se adquiere con los años.