Utilizar como argumento central el concepto de honestidad para hablar de “The Idler Wheel Is Wiser Than the Driver of the Screw and Whipping Cords Will Serve You More Than Ropes Will Ever Do” sería caer en un lugar común y, de paso, omitir aquella cualidad intrínseca de los tres discos que lo preceden. Si en ellos Fiona Apple plasmaba la relación con sus demonios, su último trabajo se entiende como la lucha. Una pelea con puntos de tensión y minutos de descanso y rearme, como un boxeador que recibe un puñetazo e intenta volver a encajar su mandíbula. Cada round está marcado por un piano teatral (y disonante a ratos) que -junto con la batería de Charlie Dayton- impulsa las historias contadas por la cantante, demostrando que no se necesita una orquesta para que una canción se oiga enorme (ni tampoco tener la voz de Bessie Smith para sonar intensa y doliente).
Un punto fascinante al escuchar las creaciones de Apple es que, conociendo de antemano algunos pasajes de su historia personal, las metáforas y sobre todo el hipérbaton bajan a su mínima expresión. En ‘Left Alone’, el grito de “how can I ask anyone to love me, when all I do is beg to be left alone?” no es exageración ni tampoco una mera inflexión en pos de conseguir un buen tema. La exasperación del tedio es real, y sólo logra ser expulsada de ese diminuto organismo por medio de la voz rasposa y visceral de la compositora.
Este disco entrega la sensación de que la neoyorquina se hace cargo de la batalla que ha librado por mucho tiempo: en contra del amor, del sexo, de la industria musical y del mundo, ése que resiente con heridas propias a pesar de ser una simple observadora. En ‘Periphery’ camina a un ritmo constante, que va desvaneciéndose hasta rasgarse. “Nothing wrong when a song ends in a minor key” proclama en ‘Werewolf’, como un signo de que aquella oscuridad le acomoda. Y cierra con ‘Hot Knife’, una bomba que suena a declaración urgente, cuyo juego de voces perfectamente podría ser un cúmulo de esos demonios vencidos, pero nunca aplacados.
“The Idler Wheel…” es una propuesta distinta, a pesar de estar dentro de un estilo ya marcado y reconocible. Por una parte, derrocha maestría en la utilización de ritmos para construir melodías gruesas (pese a los pocos instrumentos ejecutados); y también demuestra, una vez más, que sin esos demonios y sin ese dolor del mundo, la composición no tendría sentido. En una entrevista a Spin, en el año ’97, Fiona Apple dijo: “Decidí que si iba a ser explotada, me explotaría yo misma”. Y lo lleva cumpliendo a cabalidad desde hace años, entregando canciones sangrientas, sin pudor ni sosiego.