A pocos días de finalizar un año que a muchos nos gustaría olvidar, Taylor Swift lanzó su segundo intento por hacer del 2020 un lugar mejor. No debería parecer tan extraño considerando que debido a la contingencia tuvo que cancelar todos sus shows y (como todos) quedarse encerrada en su casa. Entonces ¿que iba a hacer? ¿Pan de masa madre? No, ella canalizó sus energías y las utilizó para explorar un espacio que empezaba a tener sentido en su mente.
El primer resultado que tuvimos de este experimento vio la luz sin previo aviso el 24 de julio y se llamó Folklore. En ese entonces no sabíamos que sería solo la bienvenida a una nueva era para la cantante. Luego de meses de promoción entre videos, merchandising, y hasta una sesión acústica grabada y lanzada exclusivamente por Disney+, tenemos algo más sorpresivo que un disco inesperado. Un segundo disco inesperado. El 11 de diciembre llegó Evermore, un trabajo presentado por la propia Swift como hermano de su predecesor.
“Simplemente no podíamos dejar de escribir canciones”, dice la cantante sobre ella y su equipo que se repite el plato de Folklore: el cada vez más ausente histórico colaborador de Swift, Jack Antonoff, Aaron Dessner (The National), Justin Vernon (Bon Iver) y hasta el pololo de Taylor, Joe Alwyn (acreditado como William Bowery).
Es difícil referirse a Evermore sin mencionar su diálogo con Folklore cada tanto. Este último podría ser considerado más bien una prueba de estilo, donde se mantienen los tintes pop que tanto le acomodan a la cantante. Pero si queremos utilizar la misma metáfora que ella: si Folklore es entrar en un bosque misterioso, Evermore es adentrarse hasta el mismo centro de éste. Es una reflexión, en algunos momentos agotadora, pero necesaria. Como consumidores de cultura pop, estamos habituados a estar expuestos a la vida de Taylor Swift, en parte por culpa de la excesiva atención de los medios y en parte por la sobreexposición de la propia cantante, pero en esta última etapa ha sabido mover con delicadeza el foco a otro lugar sin desentenderse de este. Sigue existiendo esa permanente sensación de intimidad, porque si bien cuenta historias sobre otros (o eso nos quiere hacer creer ella) lo hace desde la perspectiva de una amiga. Tal es la calidez de su relato.
Dicho esto, el mayor mérito del álbum es que vuelve a las bases del folk, no solo desde un punto de vista musical sino que técnico: las letras son serviles a contar una historia. Swift siempre se ha prestado de este recurso narrativo para expresar sus sentimientos buscando este sentido de ficcionalidad, por lo que no debería sorprendernos que el camino la haya traído hasta aquí. Con esta herramienta, su intención es la de contar historias imaginarias sobre un lugar que existe solo en su mente y que, según sus propias palabras, surge a modo de escapismo. Un ejercicio interesante que la llevó a lograr precisamente lo contrario, pues en el intento de crear ficción terminó comentando una realidad que se hace cada vez más presente en su narrativa: qué es lo que está detrás de las decisiones que toman las mujeres que atentan contra su propia felicidad. El sentido de sus actos como la tragedia misma.
‘Champagne problems’ es la historia de una mujer que ante todo pronóstico rechaza una conveniente propuesta de matrimonio y es cuestionada socialmente por su decisión. ‘Tis the damn season’ sobre una mujer que vuelve a su pueblo y se encuentra con un amor de infancia solo para arrepentirse de su regreso. ‘Tolerate it’ sobre querer la atención de tu pareja y que esta no sea recíproca. ‘No body no crime’, una aventura que además cuenta con la participación de las Haim, es tal vez el producto más experimental (y ganador) de este trabajo: habla de la desaparición de una mujer en manos de su pareja y de cómo su amiga buscará venganza pagándole con la misma moneda. Que no los engañe la magia, Evermore está lejos de ser el bosque idílico de cuentos que nos proponen los videos. Es un estado mental de aislamiento.
Cuando Taylor Swift debutó hace unos 15 años atrás, era una joven promesa del country. Con el pasar del tiempo fue muchas cosas más y se alejó del género que la vio nacer. En un año redondo con dos discos contenidos en el concepto folk pareciera que Swift hizo algo mejor que volver a sus raíces: se dio vuelta su carrera y se encontró con ella misma.