Siempre es interesante ver a una bella dama sobre un escenario entonando canciones bizarras. El ejercicio se hace mucho más impresionante cuando es un tipo de música con personalidad propia; melodías que vienen de su interior, dejándola desnuda frente a nosotros. Pero lo que vemos al mismo tiempo es alguien entregada por completo a sus interpretaciones, brindándoles a todas sus canciones una teatralidad singular. Pays Sauvage, el segundo álbum de la señorita Loizeau, es un paseo por un mundo de juegos de palabras. Sones africanos, danzas de muñecas y máscaras de plástico. Porque lo que brota por los parlantes es poesía experimental, música de bar, lleno de espejos borrachos.
Catorce canciones que no dejan que des un respiro, pues cada track es una sorpresa grata y emocional. Basta de creer que todo está escrito, que la música llego a un tope y que no hay nada nuevo bajo el sol. Esas son patrañas al lado de esta segunda placa de Loizeau. Ella está reescribiendo un estilo muy personal, que oscila entre el blues, latin jazz, comedia e imaginación. Al parecer, una mente inquieta que, junto a los integrantes de su banda, se desborda y crea una dimensión en que incluso las sonrisas son sinceras y la simpleza una virtud.