¿Dos hermanos en una banda de Manchester?. Sí, Doves. “Lost Souls” (2000) oscuro y atmósférico, sacó a relucir el talento de la banda y los introdujo en la escena del rock británico. “The Last Broadcast” (2002) siguió con la fuerza y la atmósfera del debut y resultó ser mucho más optimista e igual de contundente. “Some Cities” (2005) predeciblemente es una mezcla de los dos primeros, un disco más contundente aún, más digerible y que en su tiempo fue aclamado como el definitivo de la banda.
El 7 Abril esta familia tendrá a su cuarto hijo. “Kingdom of Rust” y no sorprende para nada que herede lo mejor de sus predecesores. Disco pensado para dos años antes, pero la paternidad de Andy Williams (batería) habría dilatado hasta ahora su producción. A veces el tiempo y las pausas son buenos aliados, y este es un claro ejemplo. Once canciones repletas de fuerza y un impecable y aprovechadísimo sonido estereo, que llama a encerrarse a oscuras y subir el volumen.
Desde el primer track “Jetstream” hasta el sexto “The Greatest Denier” cada canción forma un gran huracán que no permite pausa alguna. Pasando por el single “Kingdom of Rust” y una épica “10:03” las ganas de poner más atención son automáticas. En todo momento se disfruta su clásico sonido atmosférico, acordes y voces pegajosas que sorprenden con pequeños detalles a lo largo del disco, todo en la justa mezcla de su originalidad e influencias, reconocibles en bandas como The Smiths, Joy Division y Oasis por mencionar algunas.
La reflexiva “Birds Flew Backwards” es el momento preciso para bajar las revoluciones. “Spellbound” reminisencia de Lost Souls es como un nuevo comienzo en un momento para nada casual y da paso a quizás el tema más atípico de Doves “Compulsion” que tiene un ineludible sonido ochentero, claro protagonismo de Jimi Goodwin (en el bajo) quién ésta vez cede la voz a Jez Williams, (guitarra).
El penúltimo track “House of Mirrors” una de las mejores del disco, es el último aire, el coscacho que despierta y te hace seguir el ritmo con el pie, mover la cabeza, tararear o cualquier reacción instintiva de aprobación a un disco redondo.
“Lifelines” es la número once. Recoge y entrega con orgullo la esencia del sonido Inglés de los noventa en la canción menos adornada del disco pero no por eso menos penetrante. Una despedida tenue y alegre. Un disco que se acaba sin preguntar. 50 minutos que pasan volando. Un nuevo hijo para Doves, un nuevo agrado para quienes siguen su música y de seguro para quién recién empieza a conocerlos. A esta altura ya es innegable que Doves tiene una familia envidiable.