Internet, lleno de rockeros promedios que aman manosear a Sleater-Kinney como la excepción a su falocéntrica biblioteca musical, parece odiar el noveno disco del ex trío, ahora dúo. No era una sorpresa que se venía algo completamente distinto.
La primera pista fue evidente y obvia: Janet Weiss, en su condición de una de las más relevantes bateristas recientes, decidió dejar el proyecto tras más de dos décadas porque la música había tomado rumbos diferentes. Entendible, respetable.
Diferente, de no ser igual. De no parecerse o de tener otras cualidades.
Con la primera escucha de The Center Won’t Hold, sentí un montón de cosas: Sleater-Kinney me está sirviendo en la boca un montón de sonidos que siempre tuve asociados a otros proyectos, lejanos a ellas que vienen del punk, que vienen de la cadencia dura, de la densidad agobiante, de la rabia, de la música como fuga, como aliento final.
Y ¿saben qué pasa? El centro no es capaz de aguantar para siempre. Estamos frente a un proyecto de mujeres adultas en una industria muy injusta con cualquiera que tenga más de 25 y tenga marcada la sonrisa y la pena en las comisuras. Mujeres que, probablemente, entendieron que hay sentimientos que no siempre van a encajar en el sueño del /rock/.
Sentirse desolada a los 25 es muy distinto a sentirse desolada a los 40; y mientras el adulador de las cuerdas no logra entender cómo tan buena banda toma un rumbo tan popero, con una evidente mano de producción de Annie Clark, yo escucho una advertencia personal que logra fusionar los sonidos con los que crecí con aquellos que voy a disfrutar cuando tenga la edad de Corin Tucker.
Hay discursos y estados que no son sostenibles en el tiempo y a nosotras no se nos permite mutar. ¿Por qué, si te ganaste el lugar en un mar de hombres, no puedes conformarte y quedarte ahí, replicando para siempre, la fórmula que te hizo merecedora de aquel espacio? Porque eso es no ser fiel a tus procesos personales y artísticos.
The Center Won’t Hold es un disco pulcro, mucho más pulcro de lo que jamás pensé escucharle a Sleater-Kinney. Tiene un relato, claridad y consistencia. Tiene detalles base que le dan poder a su trabajo del 2005, The Woods. Tiene el corazón de The Hot Rock, de hace 20 años.
Cuando Brownstein confesó que sentía al punk demasiado lejano desde donde ella lo tomo, este disco parece ser la respuesta que andaba buscando: a la mierda qué tan lejos esté de lo que empecé, de lo que me hizo reconocida. Poco importa qué tan lejos está un punto cuando te das cuenta que puedes agarrar otro y volver a empezar.
Me parece una renovación, una valiente y brillante. Huele a Depeche Mode al mismo nivel que huele a Foster the People y no hay problema con eso. Tal como cantan en ‘LOVE’, no hay nada que perder, nada que probar. Misma canción que entrega la clave de lo que es ser Sleater-Kinney hoy por hoy: “mientras nos tengamos a nosotras para sostenernos, podemos ser jóvenes, podemos ser viejas”.
Resumiendo: Cambiar tu rumbo musical cuando eres una de las pocas aceptadas por el círculo de doctos del rock, es un acto de valentía. Y aunque no estamos frente a la obra maestra de la banda, es una excelente pieza del puzzle para comprender que hay fórmulas que NO quieren ser replicadas, porque algunas prefieren crecer.
Lo mejor: ‘Reach Out’, ‘LOVE’
Nota: 7/10