“No soy nada más que mi nombre”, decía hace tres años Iggy Pop, al final de ‘American Valhalla’, parte del disco Post Pop Depression, el que a todas luces se veía como una retirada por todo lo alto. Para esto, juntó una banda de varios nombres conocidos para ayudarlo y, además, para que lo ayudarán a co-escribir los temas del disco, que terminaron siendo una cruza entre sus clásicos álbumes The Idiot y Lust for Life (ambos editados en 1977).
Ahora, y después de ese importante hito en su carrera, Iggy se dedicó a filmar un documental sobre el proceso del disco (puedes leer sobre eso aquí) y se embarcó en una gira mundial que hasta lo trajo en 2016 a Chile (también puedes leer sobre eso acá). Uno pensaría que esas fueron las últimas energías de un personaje tan extraño como él, pero no por nada el tipo ha sobrevivido hasta los 71 años. Parece ser que siempre tiene una bala más que disparar. En este caso, la bala se llama Free.
Desde su anuncio que se ve que Iggy Pop está apuntando a objetivos que quizás para él están fuera de foco, pero el mero hecho de que esté intentando algo nuevo, aunque sea después de sus 70 años, merece un reconocimiento. El problema es que no es la primera vez que se adentra en oscuros pasajes que ni sus fans más acérrimos entienden. La mayoría de la novedad que el cantante muestra aquí ya lo ha trabajado en otros discos que fueron muy menospreciados por la crítica. Para la gente sorprendida de sus actuales coqueteos con el jazz les recomendamos el disco Preliminaires (2009), mientras que para los que se sorprenden de escucharlo hablar en vez de cantar les recomendamos Avenue B (1999).
Ahora, aunque la mayoría de las cosas que muestra en Free ya las había intentado, hay una energía distinta en este disco. Primero, a sabiendas que curado no debe manejar, decidió pasarle las llaves a la increíblemente genial guitarrista shoegazera Noveller (Sarah Lipstate) y al trompetista Leron Thomas, por lo que ellos están detrás de la mayoría de la música que escuchan.
Como si esto no fuera suficiente, también hay letras directamente tomadas de otros trabajos. La letra de ‘Do Not Go Gentle into That Good Night’ es de un poema de Dylan Thomas, mientras que ‘We Are the People’ es un poema de Lou Reed que salió en uno de sus poemarios póstumos. Por lo mismo, Iggy ha denominado a Free como un disco donde “otros artistas hablan por mí, pero yo presto mi voz”.
Si bien eso suena hermoso en el papel, en la práctica uno no puede evitar ver la sombra de Iggy Pop por todo el disco, y no solo por su rasposa voz que contrasta con las melodías medias jazzeras que lanza Leron Thomas, si no que también por ciertos momentos en los que es imposible no darse cuenta que se trata de él. Temas como ‘Loves Missing’ o ‘James Bond’ recuerdan al ya mencionado Post Pop Depression por su (a falta de una palabra mejor) gamberrismo en su sonido, mientras que letras como la de ‘Dirty Sanchez’ no encuentran nada mejor que usar falos y senos como metáforas del capitalismo tardío en el que vivimos.
Y si bien esos momentos son todos geniales (Al menos ‘Dirty Sanchez’ es musicalmente bueno), hay otras canciones que son las que más alejan a Free de la obra más conocida del músico. Un buen ejemplo es su decisión de terminar el disco con no uno, no dos, sino que TRES temas hablados: los ya mencionados ‘We Are The People’, Do Not Go Gentle Into That Good Night’ y el final que llega con ‘The Dawn’.
Mientras que ‘Glow in The Dark’ es el que abre la segunda parte del disco (la más experimental), con un bajo y ritmos que suenan como un feat de Iggy Pop con los Joy Division más oscuros. Por otro lado ‘Page’ es un tema que quizás se pierde entre tanto tema extraño, pero que al escuchar bien uno se da cuenta del potencial de la canción, que se sostiene en la trompeta, creando algo que bien podría estar en el OST de Taxi Driver sin desentonar.
Para el final dejamos la mejor canción del disco: ‘Sonali’, una suerte de saludo al Blackstar de Bowie, ya que ocupa los mismos artilugios musicales que ese disco, pero haciéndolos suyos. Si bien lo bueno de ‘Sonali’ hace pensar en porqué no hizo todo el disco así, con los tres temas finales uno entiende que Iggy está haciendo lo que quiere, sin mediar entre sus ideas.
No es la máxima liberación a la que aspira, pero al menos es una liberación de su legado, sacándose de encima la clásica categorización fácil como el “padrino del punk” y lleva su historia a lados mucho más interesantes. Uno en donde el oyente no es tan importante como el que canta, porque al final este fue un disco creado en base a la necesidad de Iggy Pop por hacerlo, y aunque quizás para nosotros no era necesario, sí es muy disfrutable.
Resumiendo: Es como si Iggy Pop se hubiera despertado en la época beatnik, hubiera dejado el jale y cambiado por poemas y caños.
Lo Mejor: ‘Sonali’, ‘Page’ y ‘Loves Missing’.
Nota: 7/10