Deftones dejó la cagada cuando el año pasado anunciaron que venían a Chile, pero más que por la emoción de verlos, era por los precios, por el lugar, por las tres fechas que se tuvieron que hacer para meter a toda la gente que quería ver a la banda de Sacramento. Al final, y a diferencia de lo que yo pensaba, estos factores hicieron de esta visita de Deftones al país, una de las más especiales.
Con tres setlist completamente distintos entre cada día, demostraron su calidad al no amarrarse a su último disco Gore (2016) y meterle mano a las canciones más antiguas de la banda. Los malditos repartieron tan bien sus temas que si querías completar el álbum de canciones tenías que ir obligatoriamente a los tres shows. Eso se nota cuando se ven los setlists y uno se da cuenta que solo ‘My Own Summer (Shove It)’ y ‘Change (In The House of Flies)’ se repitieron en las tres, ni siquiera ‘Be Quiet And Drive (Far Away)’ tuvo ese honor, y eso que también es de las clásicas.
La suerte me puso a mi en la tercera noche, la que podríamos decir era la que generaba más expectativa. Habían pasado dos noches con setlist increíbles y la verdad es que no era descabellado pensar que quizás la voz de Chino Moreno se viera resentida. Así que al momento de comenzar, nadie sabía qué esperar. Lo que hacía la espera más agotadora.
El público era una cosa aparte, entre las nubes de humo que hacían los cigarros y los pitos, se distinguían caras más viejas que jóvenes, caras de personas que crecieron con el Adrenaline (1994), el Around the Fur (1997) o el White Pony (2000) en sus mochilas. Estamos más viejos, pero también más sabios. Ahora entendemos que Deftones no es solo una buena banda que nos acompañó en la juventud, es mucho más que eso, y la mejor manera de darse cuenta de que esto fue el comienzo con ‘Headup’, sin dejar sobrevivientes, para que luego Stephen Carpenter se tirara el riff de la ya mencionada ‘My Own Summer’.
Y ahí, gritando “¡shove it, shove it shove it!” es cuando uno se da cuenta que el gusto por Deftones va más allá, es una invitación a vernos las caras y reconocernos viejos y aceptarlo con gusto, como ellos lo hacen cuando las luces cambian a unos focos multicolor que hacen ver las paredes como una catedral, y se sacan de debajo de la manga Rubicon, la última canción de Gore.
En este momento es bueno recalcar la importante que ha sido Sergio Vega para los cabros de Sacramento. Les ayudó a dar un nuevo aire a las canciones, era el con más energía en el escenario -porque no nos engañemos tampoco, Chino bailaba un poquito y quedaba medio cansado- y era el que ayudó que Deftones superara su más grande obstáculo, la muerte del querido maestro de los gritos y ex bajista Chi Cheng. Gracias a Vega podemos seguir viendolos en vivo, y en una suerte de muestra de agradecimiento la banda de Vega fue la que teloneaba: Quicksand, lo que terminó de demostrar que Vega es un crack. Osea, toco seis conciertos en tres días y en ningún momento güateo.
El setlist lo dividieron -como vienen haciendo desde hace rato-, en secciones temáticas por álbum. Comenzaron con dos de Around the Fur, siguieron con dos del Gore, después cuatro del Diamond Eyes (2010), dos más de Fur, una del Koi no Yokan (2012), dos del Saturday Night Wrist (2006), dos del White Pony y cierran con la increíble ‘When Girls Telephone Boys’ de su disco homónimo del 2003, mientras las luces -que básicamente fueron otro miembro de la banda en esta ocasión- se teñían de un rosado intenso y hermoso, que contrastaba con los cabeceos de Abe Cunningham y Carpenter, además de hacer juego con los teclados atmosféricos de Frank Delgado.
Se van del escenario. Bajo la lógica que venían siguiendo era obvio que los bises se venían con temas del Adrenaline, pero volvieron con una mega sorpresa antes.
Si no quedaba claro que Deftones quería empujar los límites de la nostalgia hasta llegar al punto de la aceptación, decidieron tocar ‘Teething’, una canción que aparece en su demo de 1994 (Like) Linus. Una muestra de cariño especial que dividió de inmediato a los fans que se volvieron locos al escucharla comenzar y los que no sabían qué mierda estaba sonando pero eso no significaba que no se fueran a meter al mosh.
Al final, las caras de la gente al salir del Coliseo eran de tener el corazón lleno, y la verdad es que no muchas bandas de metal pueden lograr lo que logra Deftones: despertar sentimientos con sus temas, atmósferas y recuerdos. Con letras que evocan a cosas que no entendemos, esta banda se ha ganado nuestros corazones a punta de experimentación y de un sonido que nadie ha podido igualar hasta el momento, un sonido tan de ellos que verlos en vivo siempre es hermoso. Por las ganas de llorar que a uno le entran con ciertos temas, porque nos sabemos más viejos y más frágiles, pero no por eso vamos a dejar de bacilarlos, hay que hacerse el rudo y seguir adelante. Porque camino a mi casa lo único que pensaba es que son un quinteto de sensibles jugando a ser rudos, y de alguna manera sus conciertos nos demuestran que nosotros también lo somos.
Fotos: Nicole Ibarra