No sé si hay muchos casos, al menos en grupos de cierta relevancia, en el que una espiral hacia abajo sea tan evidente como la de Death Cab For Cutie. Exactamente desde el 2003 -año en que editaron Transatlanticism- cada uno de sus discos es peor que el anterior. Eso hace una lista de cinco discos consecutivos bajando el nivel. En especial los cuatro últimos que van desde el flojo Narrow Stairs hasta el horrible Thank You for Today, en el que ya desatadamente abrazan el más bochornoso A.O.R. y que era la excusa para la primera visita del grupo a Chile. Por desgracia, ellos no deben considerar lo mismo y hasta diez canciones de su setlist en Fauna Primavera pertenecieron a esa etapa menor. Eso también es admirable: creen en los discos de los últimos años y se resisten a ser meramente un grupo revival. Los honra.
Pero no solo el repertorio flojeó. También lo hizo la voz de Ben Gibbard. Probablemente, lo más llamativo fue lo escuálida que sonaba, sin fuerza, sin matices, apagada y con dificultad incluso para llegar a los agudos de las canciones, esas que, en sus versiones de estudio, acumulan y acumulan emociones precisamente en la voz. Y estamos hablando de un grupo que, por mucho que no esté en un buen momento, tiene una cantidad de temas y discos absolutamente maravillosos. Al menos tres de ellos completos: We Have the Facts and We Are Voting Yes, The Photo Album y Transatlanticism son un legado demasiado relevante para no reconocerlo, a pesar de la falta de inspiración de más de una década. Si uno piensa en varias de las bandas que ejercieron gran influencia en DCFC, como Pavement, Sebadoh, Fugazi, Sunny Day Real Estate, estas tuvieron la visión suficiente de parar (o parar por largos periodos de tiempo) en el momento justo, sin nunca aparecer la decadencia.
El concierto, por lo tanto, se confirmó como un mero reflejo de esta falta de inspiración. Siempre con la molesta sensación de que estaban cumpliendo un trámite, no por la poca comunicación con el público, ya sabemos que esa es una técnica que muchas veces es un truco barato o una habilidad que no todo el mundo posee (Lorde sí demostró tenerla, un rato después). Todo pasó sin sobresaltos, plano, falto de garra. Sin entrar en muchas más comparaciones, unas horas antes, unos “padres espirituales” de Death Cab For Cutie como son Built To Spill (o el año anterior Yo La Tengo y su inolvidable presentación) habían solventado un concierto lleno de emoción sincera, conexión en la banda y defensa de un repertorio igualmente transcendente. Y eso con bastantes más años de carrera a sus espaldas.
Quizás no sea un grupo de los que brillan en sus conciertos (a los largo de los últimos quince años he podido asistir a varios de sus shows y ninguno ha sido memorable, a la altura de sus discos), pero perder la belleza incomparable de clásicos como ‘Photobooth’ -la mayor sorpresa del setlist- que pasó sin pena ni gloria, es un pecado musical. La salida de Chris Walla ha sido demasiado traumática en el estudio, pero parece que también en sus shows. Tener un momento de intimidad a lo Coldplay en ‘I Will Follow Into the Dark’, con Gibbard sentándose en el piano, intentando hacer una puesta en escena de sentimiento genuino no resultó. El momento no pasó del mero sentimentalismo, como una simulación de emotividad.
De hecho, el principio del show fue un mal presagio. Hasta ‘Long Division’ se sentía como esos partidos de fútbol en los que un equipo parece seguir aún en el autobús de camino al estadio y, sin darse cuenta, ya van perdiendo tres cero en el minuto diez sin saber cómo. Iniciar un concierto con tres canciones tan malas es ponerlo muy cuesta arriba desde el comienzo. Aún así, algunos momentos maquillaron el show. La preciosa ‘What Sarah Said’ fue uno de ellos, con los delicados arreglos de teclado; el respeto a la larga introducción de ‘I Will Possess Your Heart’; los siempre escalofriantes primeros segundos de ‘The New Year’ y, claro, dejar para el final dos canciones infalibles como son ‘Soul Meets Body’ y ‘Transatlanticism’. Y, a pesar de esto, todo se sentía muy triste. Pero no esa tristeza que uno esperaba de Death Cab For Cutie. Otra que no queremos sentir. ¿Un grupo acabado?. Quizás. Al menos, aunque cada vez más lejanos, siempre quedarán sus buenos discos y canciones.