A las dos en punto de la tarde, Tunacola dio la partida en el Perry’s Stage. Inmediatamente se pudo apreciar el excelente sonido. La sección de vientos entraba gloriosa, las voces confluían y los sintetizadores llenaban el escenario. Los presentes eran pocos pero, tímidamente, arribaban para unirse a la fiesta que se estaba desarrollando, consiguiendo amasar una cantidad importante ya en un final.
En el escenario la banda vibraba con energía. Saltando, bailando, animando al publico a aplaudir y elevar los brazos. Ningún miembro permanecía estático, generando una postal en movimiento que invitaba a unirse. Algo destacable, además, eran las visuales que acompañaban al show: suaves, seductoras que se sincronizaban perfectamente al repertorio y concordaban con momentos de las canciones.
Alrededor de la mitad del show, apareció un pequeño ruido que poco a poco fue aumentando convirtiéndose en un gran punto negro de la presentación. El ruido era tal que en momento Tunacola se vio forzado a hacer una pausa y acercarse a los sonidistas. Costó bastante dominar la incomodidad que no desapareció completamente del resto del concierto.
El problema del ruido era un obstáculo duro con peso de sobra para arruinar una presentación, pero los Tunacola lo afrontaron y con actitud bastante profesional, continuaron con su momento. La energía se mantuvo alta, el escenario era todo suyo y con aquella explosión de color, consiguieron que múltiples presentes ajenos a su repertorio, se unieran con una sonrisa de oreja a oreja a su fiesta pop.