Sábado 28 de abril, Teatro Teletón
Foto por Felipe Fontecilla
Este sábado en la noche, cuando faltaban diez minutos para las 22 horas, Jules De Martino y Katie White iniciaron su primer concierto en Chile con ‘Silence’, track que abre “Sounds from Nowheresville” (2012), su segundo disco. Luego de comenzar el show, la cantante se dirigió al público leyendo un papel que decía: “Mi español es una mierda, así que la voy a hacer corta. Vamos a bailar”. Y puede ser que esta afirmación haya sido la tónica de la hora de concierto de The Ting Tings en el Teatro Teletón. Para bien y para mal.
Punteos de guitarra envasados mientras White tocaba un solo riff o una batería que nunca logró ensamblarse con las bases que usa el dúo son sólo algunos de los detalles que desinflaron cualquier ápice de éxito. Sobre el escenario quedó en evidencia la falta de capacidad instrumental de la vocalista, aunque le sobraban ganas de impulsar el show en todo momento. Por su parte, en ‘We Walk’ De Martino dejó bastante claro que Jack White hay uno solo, y que requiere de más horas de vuelo para poder llevar con maestría voz, guitarra y batería en una canción.
Cuando llegó la hora de oír ‘Shut Up and Let Me Go’, esa línea de bajo pegajosa que se puede escuchar en el álbum brilló por su ausencia, en vivo y en el acompañamiento envasado. En medio del tema, Jules le preguntó al público si querían escuchar a Katie tocando el bombo, a lo que las tres primeras filas respondieron entusiastas. Y mientras la cantante hizo lo suyo con el instrumento, por los parlantes se escuchaban las pulsaciones pregrabadas cuando ella no golpeaba.
La promesa de baile seguía en pie, y para conseguirlo los británicos recurrieron a una versión de ‘Hands’ que transportó al teatro y a sus asistentes a Sensation White, con sonidos reventados y sobrepuestos al punto de lo grotesco, invocando el peor lado de David Guetta. Eso terminó el bloque principal del espectáculo, que fue seguido con un encore de dos canciones: ‘Keep Your Head’ y ‘That’s Not My Name’. Un caballo de batalla con el que podrían haber compensado todos sus fallos en la memoria del público, pero que no dio la talla y resultó deslavado y plano.
Quizás, si The Ting Tings hubiesen cruzado la cordillera cuando se presentaron en Argentina en noviembre del 2009, otro hubiese sido el panorama. Un lugar distinto, más público. Incluso todos aquellos que ahora reniegan de haber pinchado los singles de “We Started Nothing” (2008) en sus fiestas habrían dicho presente. Quizás, hace más de dos años, este espectáculo hubiera tenido el fulgor y el brillo de una verdadera fiesta. Pero en esta oportunidad no hubo adornos que pudieran ocultar las deficiencias de una banda que prometió un ambiente festivo que, al final, sólo sintieron las primeras tres corridas de fanáticos.
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