El sueño de todo coolhunter musical es asistir a un concierto de uno de los grupos de moda en una gran ciudad. Las incógnitas tienen una clara solución: la banda, The Kills y la ciudad, Nueva York. Pero el que aquí escribe no es un personajillo de esos, ni esta es una página futil creadora de grupos efímeros, así que pasemos al capítulo de la música. No se puede negar que ver a The Kills en un falso antro en Brooklyn, quieras o no te hace sentir indiscutiblemente trendy. Pero el resultado final puede ser visto desde dos ópticas bien diferenciadas: la enésima actuación de un dúo de pega o la anunciación de una nueva mesías del rock. Aunque el magnetismo y el poderío sexual de Alisson Mosshart sobre el escenario podría hacer que la balanza se decantase por lo segundo, habrá que ser magnánimo y quedarse con el bendito término medio.
Tanto James Hince como Alisson logran transportar a la perfección su halo de rockstars, rol afianzado gracias al excelente material de su tercer disco y a la actual popularidad de Hince tras su noviazgo y posterior ruptura con Kate Moss. Pero es por esa particular actitud por la que les llueven más críticas. Hay quien no se siente seguro o disfruta viendo a Alisson rodaando por el escenario o gritando a diez centímetros de su cara (servidor es uno de los que disfruta con eso). Pero dejando a parte ese tipo de polémicas, lo que no s epuede negar es la efectividad del grupo en directo. El sobrio Hince y la excesiva Alisson desgranan casi en su totalidad el tracklist de "Midnight Boom" (la inexplicable ausencia de "What New York Used To Be" se vio recompensada con una carnal interpretación de "Last Day Of Magic") además de una buena (aunque corta) selección de los temas más míticos de sus anteriores LPs, que poco a poco se han convertido en pequeños himnos, como la apocalíptica "No Wow" o la estruendosa explosión adrenalítica que es "Fried My Little Brains". Un recital más que solvente de un grupo del que siempre se espera más en directo, pero que nunca defrauda.